martes, 19 de enero de 2010

Futbolistas españoles de leyenda. Muñoz.


Miguel Muñoz Mozún (Madrid 1922-1990).

Existe en el imaginario balompédico una raza especial, que es la del futbolista que lo consiguió todo como jugador en activo y que como entrenador igualó o superó su palmarés. Ejemplos que inmediatamente vienen a nustra memoria son los de Johan Cruyff, Mario Zagallo y, más recientemente, Pep Guardiola. Pero antes de que Zagallo comenzara a entrenar, Cruyff se dedicara al fútbol o Guardiola naciera, Miguel Muñoz hacía del Madrid de los años sesenta uno de los mejores equipos de la historia; y si el Mago Samitier fue el precursor de esa raza especial en España, Miguel Muñoz la mejoró hasta cotas casi sublimes.
Miguel Muñoz comenzó a dar sus primeras patadas a la pelota en el madrileño colegio Calasancio, curiosamente el mismo donde unas décadas más tarde lo haría otro mito del madridismo al que el propio Muñoz llegó a dirigir en el Mundial de México 86: Emilio Butragueño.
El joven Muñoz se inicia en varios equipos madrileños de divisiones inferiores, siendo en el Imperio donde comienza a tener cierta vitola de buen jugador, hasta que es llamado a filas siendo destinado a Logroño. En la capital riojana y mientras hacía la mili, Muñoz ficha por el Logroñés, por entonces en Segunda División, pero que esa misma temporada baja a Tercera. A partir de ahí ficha por el Racing de Santander, donde permanecería dos temporadas para fichar en 1946 por el Celta. En Vigo permanece otras dos temporadas más y es en el conjunto olívico donde empieza a dar muestras de gran jugador. Ese Celta dirigido por el gran Ricardo Zamora con Miguel Muñoz como prolongación del entrenador en el terreno de juego se clasifica cuarto en la temporada 47-48 y disputa la final de la Copa ante el Sevilla, ese maravilloso Sevilla post-stukas con Juanito Arza como gran fugura. Miguel Muñoz abre el marcador en el minuto seis, pero los sevillistas remontan con tres goles de Mariano y uno del propio Arza.
La llegada a la presidencia del Madrid de Santiago Bernabéu en 1943 marca un antes y un después en la historia de la entidad capitalina. Bernabéu antes de ser presidente fue jugador, entrenador y directivo del Madrid y, tal como ahora pretende Florentino Pérez -éste desde el poder del dinero y Bernabéu desde un oscuro poder emanado de los servicios prestados en la Guerra Civil (cabo franquista, siempre se jactó de haber pertenecido al batallón que en 1938 "liberó" Lérida)- pretendió hacer del Madrid el mejor equipo del mundo a largo plazo, y a corto plazo recuperar la hegemonía que en los años cuarenta ostentaban el Athletic y el Barcelona, así como en menor medida Atlético, Valencia y Sevilla. Con tal premisa, Bernabéu anduvo poco a poco conformando un equipo que ahora dirían galáctico; y de esta forma se fue rellenando un puzzle que se completó con el polémico fichaje de Alfredo Di Stéfano en 1953. Antes del argentino habían llegado jugadores como el vasco Zárraga del Alavés, Lesmes del Valladolid, un jovencísimo Gento del Racing y nuestro protagonista.
La llegada del Celta al Madrid en 1948 junto al delantero Pahiño de Miguel Muñoz coincide con una época de sequía y transición donde, hasta el fichaje de Di Stéfano, no se gana nada; es más, hasta la consecución de la Liga 53-54 transcurrieron veinte años sin que los blancos cantaran el alirón; nada menos que desde aquel magnífico Madrid de la República con los Zamora, Ciriaco, Quincoces, Regueiro y Samitier. Miguel Muñoz se convirtió, desde el principio, en el germen de un equipo que marcó una década (la de los 50) triunfante, como eje de un mediocampo que abastecía a los Di Stéfano, Rial, Gento, Kopa; y al que dio una personalidad inimitable, desde un principio opuesta pero complementaria a la del crack Di Stéfano, combinación de caracteres ésta que resultó fundamental en los éxitos de los merengues.
A la Liga 53-54 le siguieron tres más hasta su retirada (54-55, 56-57 y 57-58), pero si de uno guardaba un recuerdo especial fue de la Copa de Europa de 1956, la primera en disputarse y la primera también de cinco consecutivas, las tres primeras con él de capitán, un capitán acorde a un formidable equipo. El Madrid ganó en la final al Stade de Reims por 4-3. La alineación del Madrid en ese partido estuvo compuesta por Alonso; Atienza,Marquitos,Lesmes; Muñoz,Zárraga; Joseíto,Marsal,Di Stéfano,Rial y Gento.
Al término de la temporada 57-58 decide retirarse como jugador habiendo conseguido cuatro Ligas, tres Copas de Europa, dos Copas Latinas y dos Mundialitos y siendo internacional en seis ocasiones, pero el omnipotente Bernabéu le encarga una misión que sólo un tipo de su peso en un vestuario podía realizar al hacerse cargo del banquillo. Esta no es otra que la de ir renovando progresivamente el equipo. Primero en el Plus Ultra -actual Castilla- comienza a trabajar con los chavales que más tarde darían el paso a la primera plantilla y, a los que un año más tarde comenzaría a ir poco a poco subiendo. Así en 1960 inaugura su palmarés como entrenador nada menos que ganando la cuarta Copa de Europa y la Copa Intercontinental; siendo éste sólo el preámbulo de una espectacular carrera jalonada de títulos, como las Copas de Europa de 1961 y 1966, dos Copas en 1962 y 1970 y nueve ligas, ocho consecutivas desde 1961 a 1969 (con la excepción de la Liga 65-66 ganada por el Atlético) y la de 1972, haciendo del Madrid el absoluto dominador de la década de los 60 en el fútbol español.
La prodigiosa década del Madrid sesentero tiene a Miguel Muñoz como único artífice, ni Bernabéu, ni los jugadores. Él y sólo él tuvo que afrontar la responsabilidad de retirar al mejor jugador del Madrid de todos los tiempos para ir dando paso a gente nueva, producto de su trabajo en el filial. Aparte de compañero durante muchos años, Miguel Muñoz era muy amigo de Di Stéfano, hasta el punto de dimitir antes que ir relegando al banquillo a la saeta rubia, pero Bernabéu no le acepta la dimisión. Corría el año 1964 cuando tras perder la final de la Copa de Europa ante el Inter, el Madrid afronta una semifinal de Copa con sus vecinos del Manzanares. Miguel Muñoz, con lágrimas en los ojos, va escribiendo en la pizarra los nombres de los convocados en los que Di Stéfano no se halla. Con este gesto se cierra una época y comienza la conocida como el Madrid ye-ye. Los Di Stéfano, Marquitos, Santamaría, Rial, dejan paso a los Pirri, Zoco, Velázquez y Amancio; quedando sólamente Paco Gento y Puskas como puentes entre ambas generaciones. El Madrid ye-ye obtuvo el objetivo para el que fue concebido ganando su sexta Copa de Europa ante el Partizán en 1966, trofeo que el Madrid no volvió a levantar hasta 1998.
Miguel Muñoz permaneció en el banquillo blanco hasta 1974. Tras una mala temporada liguera y la eliminación en Copa de la UEFA por el Ipswich Town, decide dimitir después de catorce años al frente del Madrid, récord de permanencia hasta ahora. Después entrenó entre otros a Las Palmas, Granada y Sevilla hasta que le llegó el último gran reto de su vida. Dirigir a la selección española.
La espantosa actuación de la selección española en su Mundial -peor anfitrión de la historia de los mundiales junto a Chile en el 62- precipitó la salida de José Emilio Santamaría y Muñoz se hizo cargo del combinado español. Seis años en los que con Miguel Muñoz en el banco se consiguió llegar a la final de la Eurocopa de 1984 y a los cuartos de final del Mundial de México 86. Los Zubizarreta, Maceda, Goikoetxea, Butragueño, Gordillo, Michel etc... supieron ilusionar a todo un país durante aquella maravillosa década de los ochenta. Para siempre quedará en mi recuerdo y en el de tantos muchos aquel partido épico del 12-1 a Malta con José Ángel de la Casa cantando el gol de Señor, el gol de Maceda ante Alemania en la Eurocopa, el fallo de Arconada en la final de esa Eurocopa, el 5-1 a Dinamarca en Querétaro y la famosa "flor" que el mismo Miguel Muñoz decía que tenía en cierta parte de su cuerpo. Recuerdos imborrables de los que por aquel entonces éramos niños. Muñoz fue cesado al término de la Eurocopa de 1988 donde España quedó eliminada en primera ronda y sustituido por el responsable de la sub-21, otro mito que responde al nombre de Luis Suárez.
Retirado por completo del fútbol, unas hemorragias esofágicas acabaron con su vida un 16 de Julio de 1990. En un hospital madrileño moría uno de los entrenadores más laureados de la historia del fútbol mundial.