jueves, 31 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Zarra.


Telmo Zarraonaindía Montoya (Erandio 1921-Bilbao 2006)

Si al español más absolutamente ignorante y lego en materia futbolística se le propusiera decir a bote pronto el nombre de un futbolista español de los considerados antiguos -en blanco y negro-, un amplísimo porcentaje de los encuestados respondería Zarra. Y es que el nombre de Zarra ha trascendido de mero futbolista a leyenda con mayúsculas, a auténtico fenómeno social que todo el mundo conoce y que ha perdurado y perdurará por siempre en el universo futbolístico ibérico. Si esta serie está dedicada a todos esos héroes balompédicos que engrandecieron el fútbol español de buena parte del siglo pasado, sería impensable que la piedra angular de todos ellos no figurara.
Telmo Zarraonaindía nació en el barrio erandiotarra de Asúa un 20 de Enero de 1921. Su padre era el jefe de estación de Erandio y Telmo fue el séptimo de nueve hermanos. El gusanillo del fútbol le llegó muy pronto, no en vano dos de sus hermanos se dedicaron también al balón. Tomás, su hermano mayor fue un más que aceptable portero del Arenas de Getxo; y otro de sus hermanos, Domingo, muerto en la Guerra Civil, actuaba de extremo.
En 1937, en plena guerra, su padre fue trasladado de Erandio a Mungia, y Telmo fichó por el Erandio con la oposición del progenitor, personaje hosco y avinagrado que decía que con dos hijos suyos dedicándose al fútbol ya tenía bastante. Afortunadamente, no hizo caso de las recomendaciones del padre.
Por aquel entonces, Zarra no era el arquetipo de ariete valeroso que fue después, incluso llegó a ser conocido como "Telmito el miedoso", por su poca determinación ante las defensas rivales. Él mismo admitía en alguna entrevista que al principio lo que le gustaba y se le daba bien era la suerte del regate, pero que hubo de decantarse por un juego racial y especializarse en el remate porque, palabras textuales, "un delantero no podía regatear en el área porque lo mataban".
Con el Erandio llegó a jugar en Segunda División en la temporada 39-40 y su buen hacer hizo que fuera seleccionado por Vizcaya para jugar un amistoso contra la selección guipuzcoana. En ese partido Vizcaya ganó 9-1 a Guipúzcoa y Zarra marcó siete goles, que de inmediato lo catapultaron a fichar por el Athletic por cuatro mil pesetas.
Tras la Guerra Civil, el Athletic quedó prácticamente desmantelado y urgía la necesidad de reclutar nuevos valores. Esto se consiguió ideando un torneo entre equipos vizcainos, con la particularidad de que, en cada equipo, hubiese al menos cinco componentes menores de diecisiete años. Así, chavales como Gaínza, Bertol y Panizo, a los que más tarde se unirían Iriondo y Zarra; rejuvenecieron al Athletic de los "supervivientes" Oceja, Unamuno y Gárate. Esta acertada política condujo al Athletic a conseguir uno de los equipos más laureados de su larga historia.
El debut de Zarra con la camiseta rojiblanca se produjo en Santander en un amistoso en la temporada 40-41. En esa misma temporada, Zarra debutó oficialmente en Liga en el campo de Mestalla, un 29 de Septiembre de 1940. El partido acabó con empate a dos y Zarra marcó los dos goles de su equipo. La alineación estaba compuesta por Etxeberría; Mieza,Oceja,Ortúzar; Jauregui,Bertol; Iriondo,Panizo,Zarra,Valle y Elices. En el transcurso de esta temporada, Zarra hubo de incoporarse a cumplir el servicio militar en Ceuta, por los que sólo disputó ocho partidos.
A la temporada siguiente el Athletic disputó la final de Copa ante el Barcelona, de triste recuerdo para nuestro protagonista. Se llegó al final del partido con empate, y en la prórroga Zarra falló un gol cantado delante del portero. Acto seguido, el Barça desnivelaba la balanza y se llevaba el trofeo. La siguiente fue de más provecho tanto para Zarra como para su equipo. El Athletic consiguió el doblete y Zarra le marcó al Madrid el único gol de aquella final de Copa. En Liga anotó dieciseis goles en diecisiete partidos.
Zarra fue un hombre bastante castigado por las lesiones debido a su posición en el campo y a su juego visceral, basado en el choque con los defensas contrarios y en el remate. En la temporada 43-44 sufre una fractura de clavícula en un choque con un defensa del Barcelona. No obstante, la lesión no le privó de disputar la final de Copa ante el Valencia y marcar el primero de los goles que le dieron el triunfo a su equipo. El segundo fue de Escudero, joven promesa bilbaina que falleció pocos años después en un accidente de aviación.
1945 fue un año agridulce para Telmo. Por un lado y como noticia positiva, el mítico Jacinto Quincoces, seleccionador nacional por aquel entonces, convocaba por primera vez a Zarra. El 11 de Marzo de 1945, en Lisboa, Zarra vistió por primera vez la zamarra roja. El resultado fue de empate a dos. También se proclamó por primera vez Pichichi de las seis veces que lo consiguió, marcando veinte goles en veintiseis partidos. La noticia negativa, en cualquier otro futbolista algo más que un simple dato estadístico, fue su expulsión -la única en su carrera, de ahí la trascendencia- en la final de Copa, otra vez con el Valencia como rival. El polifacético Pedro Escartín (jugador, entrenador, seleccionador nacional y árbitro) lo expulsó por una supuesta agresión al valencianista Álvaro. El propio Zarra contaba el lance en una entrevista: "El juego estaba parado tras un barullo. Álvaro estaba en el suelo y un compañero me dijo en broma que lo pisara. Yo hice, en broma, ademán de hacerlo, pero Escartín me vio...y a la caseta". Poco debía conocer Escartín a Telmo, porque si por algo se distinguió Zarra, aparte de por su facilidad rematadora y por su bravura, era por una nobleza sin límites. A pesar de la expulsión quedando cuatro minutos para el final, el Athletic acabó adjudicándose la Copa por 3-2 merced a un postrero gol de Rafa Iriondo.
Las temporadas 45-46 y 46-47 también vieron a Zarra coronarse como máximo goleador liguero, con 33 goles en 24 partidos en esta última. En la siguiente, una grave lesión en partido contra el Alcoyano lo mantuvo apartado buena parte de la temporada.
Pero si hay un año en la carrera de Zarra que lo ha marcado para la eternidad es 1950. En plena madurez futbolística vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga con la escalofriante cifra de 38 goles en 30 partidos. Aquel mismo año, el Athletic volvió a ganar la Copa tras años de sequía. El conjunto bilbaino ganó 4-1 al Valladolid y Zarra marcó los cuatro goles de su equipo. Semejante temporada le abría las puertas de par en par hacia el Mundial. El seleccionador Ignacio Eizaguirre le dio la titularidad desde el primer partido a pesar de que otro ariete de sus mismas características, el gran César, también viajó a Brasil. Zarra marcó tres goles en dicho Mundial, pero uno de ellos es, sin lugar a dudas, uno de los más famosos y repetidos en televisión de la Historia. Tras sendas victorias ante Estados Unidos y Chile, España afrontaba el tercer partido frente a uno de los favoritos al título. Tras una primera parte sin goles, pasados cuatro minutos de la segunda, la voz de Matías Prats resonaba en las pocas radios existentes en España cantando el celebérrimo gol de Zarra. Ramallets sacó en corto para Alonso, éste avanzó y centró a Gaínza que, también de cabeza, le puso el balón botando y cerca del área chica a Zarra, que aprovechó el bote para, con un remate sutil, mandarla lejos del alcance del portero inglés Williams. El resto del partido fue un recital de paradas de Ramallets. España se clasificó para la fase final donde perdió con Brasil y Suecia y empató contra Uruguay. Lo que sucedió después en la final ya es otra historia que cualquier buen aficionado al fútbol conoce de sobra.
Convertido en un héroe nacional, la trayectoria de Zarra siguió marcada por los goles y las lesiones. La más grave ocurrió en 1951 en el Metropolitano de Madrid. Montes, portero del Atlético, se lanza a por un balón a los pies de Zarra al mismo tiempo que éste inicia el salto para evitar lesionar al meta. El colchonero aprisiona involuntariamente la pierna de Zarra fracturándole tibia y peroné. Como consecuencia, Zarra se perdió toda la temporada que recién había comenzado. En la siguiente temporada Zarra vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga por sexta vez, algo jamás igualado por nadie hasta ahora en la Liga. A estas alturas, Zarra ya cuenta con 32 años y muy castigado, va comenzando a salir de las alineaciones para ir dando paso a su relevo generacional, un fogoso ariete llamado Eneko Arieta, conocido como "el torito de Durango".
Aún en activo aunque muy cerca de la retirada, a Zarra se le rindió en el Bernabéu un homenaje en el que participaron coetáneos suyos de la talla de Di Stéfano, Puchades o Basora; aparte de compañeros suyos del Athletic como Piru Gaínza. Se cuenta que Zarra estaba tan emocionado de recibir ese homenaje que no pudo hablar con ninguno de sus compañeros. Él mismo contaba que es uno de los recuerdos de los que guarda más cariño.
Después de dejar el Athletic tras quince temporadas como profesional, Zarra jugó gratis durante dos temporadas más; primero en el Indautxu y después en el Barakaldo. "La mejor cabeza de Europa después de Churchill" como se le apodó, colgaba definitivamente las botas en 1957 con un palmarés impresionante. Una Liga en la temporada 42-43, cinco Copas en los años 43, 44, 45, 50 y 55; y una Copa Eva Duarte en el 50. A título personal Zarra ganó seis trofeos Pichichi y es el máximo goleador de la historia de la Primera División con 252 goles, máximo goleador en una temporada -ex aequo con Hugo Sánchez- con 38 goles, máximo goleador de la historia del Athletic con 333, máximo goleador de la historia de la Copa con 88, y jugador con más goles marcados en una final de Copa (los cuatro al Valladolid antes comentados).
A su retirada se desvinculó del mundo del fútbol y montó en Bilbao una tienda de deportes, pero seguían lloviéndole los homenajes. Entre ellos destacan la Medalla al Mérito Deportivo, la insignia de oro y brillantes del Málaga y el Botafumeiro de plata del Deportivo de La Coruña. Estos dos últimos en sendas acciones de proverbial nobleza del erandiotarra; cuando en ambas prefirió echar el balón fuera para que atendieran a un contrario lesionado a pesar de haber podido marcar en las dos. La del Málaga en una acción con su portero y la del Deportivo con un defensa.
Pero de todos estos homenajes y distinciones, sin duda el más emotivo fue el que -al fin- le rindió su Athletic en 1997. El último contrato que Zarra firmó como futbolista incluía 850.000 pesetas y un partido homenaje cuando se retirara. Tuvieron que pasar más de cuarenta años desde su retirada para que se produjera. Coincidieron en un restaurante bilbaino Zarra y José María Arrate, presidente del Athletic por aquel entonces, y éste último le habló de ese dinero y ese partido homenaje que por contrato estaba acordado. Zarra accedió -nunca reclamó ese dinero- y el Athletic se enfrentó a un combinado de jugadores de Primera División dirigido por Javier Clemente. En el palco, junto a él, se encontraban jugadores como Alfredo Di Stéfano, Kubala, Iriondo, Maguregui y Bert Williams, el portero inglés al que Zarra marcó su famoso gol. Ese mismo año Zarra fue recibido en audiencia por el Papa Juan Pablo II y por los reyes de España.
En 2006, en su casa de Bilbao, Zarra moría víctima de un infarto a los 85 años. Innumerables fueron las muestras de condolencia, no sólo del mundo futbolístico, sino también de políticos, periodistas y gente de la cultura; y se guardaron minutos de silencio, no sólo en San Mamés, también en numerosos estadios como el Camp Nou, el Bernabéu, La Rosaleda, el Sánchez Pizjuán
o Anoeta. Con Zarra se fue el goleador por antonomasia y la leyenda con letras de oro.

España-Inglaterra. Río de Janeiro 1950. Alineación española: Ramallets; Alonso,Parra,Gonzalvo II; Gonzalvo III,Puchades; Basora,Igoa,Zarra,Panizo y Gaínza.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Ramallets.


Antoni Ramallets i Simón (Barcelona 1924-Vilafranca del Penedès 2013).

El Barcelona de la década de los 50 no sería nada sin la presencia de Laszi Kubala; pero más allá de la alargada sombra del magiar, tampoco se entendería el Barça de la época sin la sobria estampa de un hombre siempre de riguroso negro, que defendió la portería azulgrana durante nada menos que quince temporadas.
El muy popular barrio de Gràcia barcelonés vio nacer y dar las primeras patadas al balón a este espigado chaval de negra cabellera y gesto adusto y sereno. Tenía muy claro que quería ser portero de fútbol y, como no se le daban bien los estudios, empezó a trabajar a los quince años en la fábrica Casacuberta, a la misma vez que defendía la portería del modesto club Racing de Guinardó. En uno de estos partidos, un dirigente del Europa -histórico club de Barcelona que disputó la primera Liga- le hizo su primera ficha profesional, doscientas pesetas mensuales.
El obligado cumplimiento del servicio militar lo llevó hasta San Fernando. Con el equipo de la Base Naval conquistó el subcampeonato de España de la Marina, lo que le llevó hasta Palma de Mallorca, en cuyo equipo jugó dos temporadas en Segunda División (1944 a 1946).
La trayectoria en el conjunto bermellón no pasó desapercibida para el "Mago" Josep Samitier, por aquel entonces secretario técnico del Barcelona. Samitier, responsable de los fichajes de César y Kubala, había puesto los ojos en aquel joven de agilidad felina bajo palos y lo fichó para la temporada 46-47. El Mago pocas veces se equivocaba y esta vez tampoco lo hizo; sin embargo, la portería del Barça estaba magníficamente cubierta por Velasco, por lo que fue cedido al Valladolid para que siguiera fogueándose. Los pucelanos estaban en Tercera, y ya con Ramallets en la portería consiguieron el ascenso a Segunda. Sólo era cuestión de tiempo que se hiciera con la titularidad de la portería del Barcelona.
Ya repescado del Valladolid, Ramallets no tenía más remedio que mirar desde el banquillo las evoluciones de su equipo. Velasco se encontraba en un excelente estado de forma y logicámente, la titularidad era suya...hasta que ocurrió lo inesperado. Se disputaba en Vigo un Celta-Barcelona, y en un lance del partido, el guardameta Velasco se lanzó a los pies de un delantero celtiña, con tan mala fortuna que le provocó una lesión ocular -desprendimiento de retina- que casi lo retiró de la práctica del fútbol. A partir de esa desafortunada acción nacería el mito. Corría la temporada 48-49 y el Barcelona se proclamaría campeón de Liga.
Con Velasco en el dique seco, la temporada siguiente fue la de su consagración. El Barça acabó quinto aquella temporada, pero las magníficas actuaciones del joven meta se hicieron acreedoras a un premio. ¡Y qué premio!. El seleccionador español Guillermo Eizaguirre se lo llevó al Mundial de Brasil como portero suplente de otro Eizaguirre (Ignacio), indiscutible titular del Valencia y de la selección. El joven Ramallets había dejado fuera de la convocatoria a porteros de la talla del bilbaino Lezama o del magnífico Juan Acuña, arquero del Deportivo de la Coruña.
Aquel mundial significó la mejor clasificación de España jamás en una cita mundialista, pero también el momento cumbre de Ramallets, así como de casi todo el resto de integrantes del plantel. Como he comentado anteriormente, Ramallets partía como guardameta suplente, y de no haber sido por la lesión -involuntariamente otra lesión vuelve a marcar su carrera- de Eizaguirre, Ramallets habría sido un magnífico portero, pero no un mito. El primer partido contra Estados Unidos lo jugaría Eizaguirre, pero en el resto, incluido el famoso contra Inglaterra; sería Ramallets el portero de la selección, con actuaciones tan portentosas que fue nombrado mejor portero de aquel Mundial. Sus reflejos felinos, no exentos de sobriedad y sangre fría, le hicieron ganarse el apodo de "El gato de Maracaná", sobrenombre que, en su caso, más bien parece su segundo apellido, de utilizado que ha sido.
A la vuelta de Brasil, el Barcelona gana la Copa de 1951 como prolegómeno a la que sería la temporada con mayúsculas del equipo azulgrana hasta este año 2009. La temporada 51-52 es la archifamosa temporada de las cinco copas (Liga, Copa, Copa Latina, Copa Eva Duarte y Copa Martini-Rossi). En ese equipo, además de Ramallets figuraban cracks como Kubala, Biosca, Sagarra, Gonzalvo III, César o Basora. Tras aquel any triunfant, se volvió a hacer doblete en la temporada siguiente, aunque se sucedieron tres temporadas de sequía hasta la consecución de la Copa de 1957. El nacimiento de la Copa de Ferias en 1958 tuvo en el Barcelona a su primer campeón, para en 1960 volverla a ganar. En ambas, la participación de Ramallets fue decisiva en un Barcelona donde poco a poco los Basora, César o Gonzalvo III iban retirándose para dar paso a Vergés, Gensana, Suárez, Kocsis o Czibor. En ese Barça a caballo entre dos décadas sólo permanecían Kubala y él.
La consecución del título de Liga de la temporada 58-59 le dio la oportunidad al Barcelona de participar por primera vez en la Copa de Europa, máxima competición continental; competición que desde su inicio en 1956, dominaba insultantemente el Madrid de los Di Stéfano, Puskas y Gento. La primera participación del Barça se saldó con una eliminación en semifinales. Pero se ganó la Liga y al año siguiente se volvió a intentar el asalto a la hegemonía madridista en Europa. Como campeón de la edición anterior, el Real Madrid también participaba; y el destino quiso que los dos grandes enemigos se cruzaran en octavos. El Barça eliminó a los madridistas tras empatar en el Bernabéu y ganar 1-0 en el Camp Nou. Se eliminó en semifinales al Hamburgo tras partido de desempate y finalmente, se llegaba a la final, disputada en Berna. El rival era el Benfica del gran Eusebio. Aquel 31 de Mayo de 1961 constituye una de las fechas más amargas en la historia del Barça, y el partido más desafortunado de Ramallets como blaugrana. De los tres goles portugueses, dos fueron tras fallos del excelente guardameta. Pero sería injusto hacerle responsable de la derrota. Esa final es más conocida como la "final de los postes", por los tres tiros a la madera del Barcelona. Con 1-3 para el Benfica en el descanso, Kocsis, Kubala y Evaristo dispararon por tres veces al palo de los benfiquistas. Desde ese partido, los postes dejaron de ser cuadrados para pasar a ser redondos, como actualmente siguen siendo.
Ese partido precipitó la retirada del extraordinario portero catalán, que se produjo en 1962. Una vez retirado, entrenó al Valladolid y al Zaragoza. Al club pucelano lo llevó hasta la cuarta posición en la temporada 63-64, en la que es la mejor clasificación del Valladolid en toda su historia. Después permaneció varias temporadas en el staff técnico del Barcelona, para después desvincularse completamente del fútbol al entrar a trabajar en una entidad bancaria, donde se jubiló. El mejor portero de la historia del Barça y uno de los tres mejores porteros españoles de todos los tiempos lleva una vida apacible, sólo alterada por alguna esporádica entrevista en la que hace gala de su sabiduría futbolística y su señorío.
El Gato de Maracaná consiguió, siempre con el Barça, seis Ligas, cinco Copas y dos Copas de Ferias; además de cuatro trofeos Zamora y la Medalla al Mérito Deportivo. Con la selección española disputó 35 partidos, desde 1950 hasta 1961, siendo su principal logro el famoso cuarto puesto del Mundial de Brasil, donde fue tan decisivo como Telmo Zarra.
Retirado de los banquillos, Ramallets se dedicó la última parte de su existencia a llevar una vida tranquila, aunque de vez en cuando se le requería para alguna colaboración que otra, principalmente reportajes glosando su figura. En uno de ellos, el actual guardameta culé, Víctor Valdés, otro mito blaugrana por trayectoria y palmarés, tuvo la oportunidad de conocer al Gato, quedando en su recuerdo marcado el momento, como él mismo, modesta y agradecidamente reconoce.
Ya enfermo de cáncer, en 2012 enviuda, lo que acaba por convertirse en el principio del fin de su vida. La muerte de su mujer lo deja muy tocado anímicamente y provoca que su enfermedad se agrave, precipitándose todo hasta que un 30 de Julio del año siguiente, en un hospital de Vilafranca del Penedès, el mejor portero de la historia del Barça, que ya es mucho decir, fallece.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Puchades.


Antonio Puchades Casanova (Sueca 1925-2013).

El Campeonato del Mundo de 1950 supuso la vuelta a la normalidad en el universo futbolístico tras la Segunda Guerra Mundial y la segunda gran hazaña de la selección española. Lejos quedaban ya la plata de Amberes y la muy notable participación en el Mundial de 1934. La Guerra Civil dejó el país sumido en la oscuridad y la pobreza más absolutas; y el viejo método romano de pan y circo para contentar al pueblo, se quedó sólo en circo para la mayoría de los españoles de la posguerra que no habían muerto o permanecían encarcelados por el dictador Franco. El fenomenal cuarto puesto conseguido en el Mundial de Brasil -aún sigue siendo la mejor clasificación- ayudó al común de los españolitos a evadirse un poco de su triste realidad y los jugadores de la selección pasaron a ser auténticos ídolos para un país ávido de ilusiones, por pequeñas que éstas fuesen. De aquella mítica selección española de los Zarra, Basora, Gaínza; que se llevaron la fama, destacó también un jugador que por su demarcación en el terreno de juego pasaba más desapercibido para el aficionado, pero cuya labor fue crucial en aquel campeonato. Este jugador era Tonico Puchades.
Corría el año 1946 cuando Monzó, mediocampista titular en ese Valencia, cayó lesionado. El entrenador valencianista Pasarín hubo de llamar a un joven del filial para completar el equipo en el partidillo de entrenamiento. En medio del barrizal en el que se había convertido el campo de entrenamiento a causa de la lluvia, el joven Puchades se salió. Sorprendido el entrenador del rendimiento en un terreno tan adverso para la práctica del fútbol, Puchades le respondió diciendo que él estaba acostumbrado por haber trabajado desde siempre en los arrozales de su pueblo, ya que procedía de una humilde familia de labradores. Convencido de las habilidades de su joven pupilo, Pasarín le hizo debutar ese mismo domingo, en Vigo, donde como no podía ser menos, llovió a cántaros. Esa misma temporada, el Valencia se proclamaría campeón de Liga y Puchades disputó cuatro partidos, pues alternaba su presencia en el primer equipo con el filial.
Desde entonces y hasta 1957, Puchades permaneció en su Valencia, donde rápidamente se ganó la titularidad, que hasta su retirada no abandonaría. Dotado de un físico inusual en un español de la época, tanto por su altura y potencia como por su pelo rubio que le hizo ganarse el apodo de "El sueco" (por su aspecto de extranjero y por ser de Sueca); Puchades formó una intratable pareja en el mediocampo con el vasco Pasieguito, que en los setenta y ochenta entrenó al Valencia. Ambos se complementaban a las mil maravillas; Pasieguito, muy técnico, dirigía el juego che con maestría, mientras que Puchades hacía el trabajo duro, pero ¡cómo lo hacía!. En la Valencia de los cincuenta corría un dicho popular que decía "lucía Pasiego y se mataba Puchades". La frase en cuestión hace pensar que Puchades era un tronco, pero ni mucho menos. No era un dechado técnico, pero tampoco andaba escaso de ella, simplemente que a él le tocaba desempeñar la labor más ingrata; la lucha incansable, la recuperación de balones y guardar las espaldas del talentoso Pasieguito. Es, de hecho, el precursor por excelencia en España de lo que luego se ha denominado como mediocentro defensivo o pivote defensivo; muy al estilo de lo que, en su mismo equipo, hace David Albelda; aunque por supuesto, con muchísima más calidad y nobleza; ésto último sobre todo.
El palmarés de Tonico no es corto. Siempre con el conjunto che, participó en la consecución de las Copas de 1949 y 1954, ganadas 0-1 al Athletic y 0-3 al Barcelona y fue subcampeón de la misma en las ediciones de 1946 (3-1 para el Madrid) y 1952 (4-2 para el Barça, con prórroga incluida). También, aunque de manera testimonial fue campeón de la Liga 46-47 y subcampeón en la 47-48, 48-49 y 52-53.
Pero es en la selección española y, especialmente, en ese Mundial de Brasil, donde Puchades brilló con luz propia. Debutó en Portugal un 20 de Marzo de 1949, siendo prácticamente fijo en todas las convocatorias hasta 1954, con un total de veintitrés partidos jugados. En los seis partidos que España hubo de jugar en Brasil, Puchades destacó tanto o más que el paquete de delanteros (permítaseme el símil rugbístico). Haciendo pareja en el mediocampo con el exquisito Gonzalvo III, Puchades fue nombrado mejor centrocampista defensivo del mundial a raíz, sobre todo de su descollante actuación en el famoso partido contra Inglaterra, anulando por completo el mediocampo inglés; donde figuraba la mítica leyenda Stanley Matthews, nombrado Sir dos años más tarde.
En 1957, a los treinta y tres años, una ciática lo retiró del fútbol. Dos años más tarde, el Valencia le rindió un partido homenaje y toda Valencia se colapsó, según cuentan las crónicas, para presenciar el último partido de Tonico; el sencillo hombre de Sueca que se convirtió por méritos propios en uno de los mejores jugadores que ha dado la Comunidad Valenciana.
Muy apegado a su pueblo y a sus costumbres, una vez retirado del fútbol nunca quiso ser más que un simple aficionado, alejándose de los banquillos y dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de su finca; y los domingos que hay partido en Mestalla, acudiendo a su localidad de primera fila.
Puchades murió en paz en su pueblo un día de primavera del nefasto 2013. Con él se va el paradigma del futbolista humilde y sencillo; a años luz de lo que por estos tiempos se estila.