jueves, 31 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Zarra.


Telmo Zarraonaindía Montoya (Erandio 1921-Bilbao 2006)

Si al español más absolutamente ignorante y lego en materia futbolística se le propusiera decir a bote pronto el nombre de un futbolista español de los considerados antiguos -en blanco y negro-, un amplísimo porcentaje de los encuestados respondería Zarra. Y es que el nombre de Zarra ha trascendido de mero futbolista a leyenda con mayúsculas, a auténtico fenómeno social que todo el mundo conoce y que ha perdurado y perdurará por siempre en el universo futbolístico ibérico. Si esta serie está dedicada a todos esos héroes balompédicos que engrandecieron el fútbol español de buena parte del siglo pasado, sería impensable que la piedra angular de todos ellos no figurara.
Telmo Zarraonaindía nació en el barrio erandiotarra de Asúa un 20 de Enero de 1921. Su padre era el jefe de estación de Erandio y Telmo fue el séptimo de nueve hermanos. El gusanillo del fútbol le llegó muy pronto, no en vano dos de sus hermanos se dedicaron también al balón. Tomás, su hermano mayor fue un más que aceptable portero del Arenas de Getxo; y otro de sus hermanos, Domingo, muerto en la Guerra Civil, actuaba de extremo.
En 1937, en plena guerra, su padre fue trasladado de Erandio a Mungia, y Telmo fichó por el Erandio con la oposición del progenitor, personaje hosco y avinagrado que decía que con dos hijos suyos dedicándose al fútbol ya tenía bastante. Afortunadamente, no hizo caso de las recomendaciones del padre.
Por aquel entonces, Zarra no era el arquetipo de ariete valeroso que fue después, incluso llegó a ser conocido como "Telmito el miedoso", por su poca determinación ante las defensas rivales. Él mismo admitía en alguna entrevista que al principio lo que le gustaba y se le daba bien era la suerte del regate, pero que hubo de decantarse por un juego racial y especializarse en el remate porque, palabras textuales, "un delantero no podía regatear en el área porque lo mataban".
Con el Erandio llegó a jugar en Segunda División en la temporada 39-40 y su buen hacer hizo que fuera seleccionado por Vizcaya para jugar un amistoso contra la selección guipuzcoana. En ese partido Vizcaya ganó 9-1 a Guipúzcoa y Zarra marcó siete goles, que de inmediato lo catapultaron a fichar por el Athletic por cuatro mil pesetas.
Tras la Guerra Civil, el Athletic quedó prácticamente desmantelado y urgía la necesidad de reclutar nuevos valores. Esto se consiguió ideando un torneo entre equipos vizcainos, con la particularidad de que, en cada equipo, hubiese al menos cinco componentes menores de diecisiete años. Así, chavales como Gaínza, Bertol y Panizo, a los que más tarde se unirían Iriondo y Zarra; rejuvenecieron al Athletic de los "supervivientes" Oceja, Unamuno y Gárate. Esta acertada política condujo al Athletic a conseguir uno de los equipos más laureados de su larga historia.
El debut de Zarra con la camiseta rojiblanca se produjo en Santander en un amistoso en la temporada 40-41. En esa misma temporada, Zarra debutó oficialmente en Liga en el campo de Mestalla, un 29 de Septiembre de 1940. El partido acabó con empate a dos y Zarra marcó los dos goles de su equipo. La alineación estaba compuesta por Etxeberría; Mieza,Oceja,Ortúzar; Jauregui,Bertol; Iriondo,Panizo,Zarra,Valle y Elices. En el transcurso de esta temporada, Zarra hubo de incoporarse a cumplir el servicio militar en Ceuta, por los que sólo disputó ocho partidos.
A la temporada siguiente el Athletic disputó la final de Copa ante el Barcelona, de triste recuerdo para nuestro protagonista. Se llegó al final del partido con empate, y en la prórroga Zarra falló un gol cantado delante del portero. Acto seguido, el Barça desnivelaba la balanza y se llevaba el trofeo. La siguiente fue de más provecho tanto para Zarra como para su equipo. El Athletic consiguió el doblete y Zarra le marcó al Madrid el único gol de aquella final de Copa. En Liga anotó dieciseis goles en diecisiete partidos.
Zarra fue un hombre bastante castigado por las lesiones debido a su posición en el campo y a su juego visceral, basado en el choque con los defensas contrarios y en el remate. En la temporada 43-44 sufre una fractura de clavícula en un choque con un defensa del Barcelona. No obstante, la lesión no le privó de disputar la final de Copa ante el Valencia y marcar el primero de los goles que le dieron el triunfo a su equipo. El segundo fue de Escudero, joven promesa bilbaina que falleció pocos años después en un accidente de aviación.
1945 fue un año agridulce para Telmo. Por un lado y como noticia positiva, el mítico Jacinto Quincoces, seleccionador nacional por aquel entonces, convocaba por primera vez a Zarra. El 11 de Marzo de 1945, en Lisboa, Zarra vistió por primera vez la zamarra roja. El resultado fue de empate a dos. También se proclamó por primera vez Pichichi de las seis veces que lo consiguió, marcando veinte goles en veintiseis partidos. La noticia negativa, en cualquier otro futbolista algo más que un simple dato estadístico, fue su expulsión -la única en su carrera, de ahí la trascendencia- en la final de Copa, otra vez con el Valencia como rival. El polifacético Pedro Escartín (jugador, entrenador, seleccionador nacional y árbitro) lo expulsó por una supuesta agresión al valencianista Álvaro. El propio Zarra contaba el lance en una entrevista: "El juego estaba parado tras un barullo. Álvaro estaba en el suelo y un compañero me dijo en broma que lo pisara. Yo hice, en broma, ademán de hacerlo, pero Escartín me vio...y a la caseta". Poco debía conocer Escartín a Telmo, porque si por algo se distinguió Zarra, aparte de por su facilidad rematadora y por su bravura, era por una nobleza sin límites. A pesar de la expulsión quedando cuatro minutos para el final, el Athletic acabó adjudicándose la Copa por 3-2 merced a un postrero gol de Rafa Iriondo.
Las temporadas 45-46 y 46-47 también vieron a Zarra coronarse como máximo goleador liguero, con 33 goles en 24 partidos en esta última. En la siguiente, una grave lesión en partido contra el Alcoyano lo mantuvo apartado buena parte de la temporada.
Pero si hay un año en la carrera de Zarra que lo ha marcado para la eternidad es 1950. En plena madurez futbolística vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga con la escalofriante cifra de 38 goles en 30 partidos. Aquel mismo año, el Athletic volvió a ganar la Copa tras años de sequía. El conjunto bilbaino ganó 4-1 al Valladolid y Zarra marcó los cuatro goles de su equipo. Semejante temporada le abría las puertas de par en par hacia el Mundial. El seleccionador Ignacio Eizaguirre le dio la titularidad desde el primer partido a pesar de que otro ariete de sus mismas características, el gran César, también viajó a Brasil. Zarra marcó tres goles en dicho Mundial, pero uno de ellos es, sin lugar a dudas, uno de los más famosos y repetidos en televisión de la Historia. Tras sendas victorias ante Estados Unidos y Chile, España afrontaba el tercer partido frente a uno de los favoritos al título. Tras una primera parte sin goles, pasados cuatro minutos de la segunda, la voz de Matías Prats resonaba en las pocas radios existentes en España cantando el celebérrimo gol de Zarra. Ramallets sacó en corto para Alonso, éste avanzó y centró a Gaínza que, también de cabeza, le puso el balón botando y cerca del área chica a Zarra, que aprovechó el bote para, con un remate sutil, mandarla lejos del alcance del portero inglés Williams. El resto del partido fue un recital de paradas de Ramallets. España se clasificó para la fase final donde perdió con Brasil y Suecia y empató contra Uruguay. Lo que sucedió después en la final ya es otra historia que cualquier buen aficionado al fútbol conoce de sobra.
Convertido en un héroe nacional, la trayectoria de Zarra siguió marcada por los goles y las lesiones. La más grave ocurrió en 1951 en el Metropolitano de Madrid. Montes, portero del Atlético, se lanza a por un balón a los pies de Zarra al mismo tiempo que éste inicia el salto para evitar lesionar al meta. El colchonero aprisiona involuntariamente la pierna de Zarra fracturándole tibia y peroné. Como consecuencia, Zarra se perdió toda la temporada que recién había comenzado. En la siguiente temporada Zarra vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga por sexta vez, algo jamás igualado por nadie hasta ahora en la Liga. A estas alturas, Zarra ya cuenta con 32 años y muy castigado, va comenzando a salir de las alineaciones para ir dando paso a su relevo generacional, un fogoso ariete llamado Eneko Arieta, conocido como "el torito de Durango".
Aún en activo aunque muy cerca de la retirada, a Zarra se le rindió en el Bernabéu un homenaje en el que participaron coetáneos suyos de la talla de Di Stéfano, Puchades o Basora; aparte de compañeros suyos del Athletic como Piru Gaínza. Se cuenta que Zarra estaba tan emocionado de recibir ese homenaje que no pudo hablar con ninguno de sus compañeros. Él mismo contaba que es uno de los recuerdos de los que guarda más cariño.
Después de dejar el Athletic tras quince temporadas como profesional, Zarra jugó gratis durante dos temporadas más; primero en el Indautxu y después en el Barakaldo. "La mejor cabeza de Europa después de Churchill" como se le apodó, colgaba definitivamente las botas en 1957 con un palmarés impresionante. Una Liga en la temporada 42-43, cinco Copas en los años 43, 44, 45, 50 y 55; y una Copa Eva Duarte en el 50. A título personal Zarra ganó seis trofeos Pichichi y es el máximo goleador de la historia de la Primera División con 252 goles, máximo goleador en una temporada -ex aequo con Hugo Sánchez- con 38 goles, máximo goleador de la historia del Athletic con 333, máximo goleador de la historia de la Copa con 88, y jugador con más goles marcados en una final de Copa (los cuatro al Valladolid antes comentados).
A su retirada se desvinculó del mundo del fútbol y montó en Bilbao una tienda de deportes, pero seguían lloviéndole los homenajes. Entre ellos destacan la Medalla al Mérito Deportivo, la insignia de oro y brillantes del Málaga y el Botafumeiro de plata del Deportivo de La Coruña. Estos dos últimos en sendas acciones de proverbial nobleza del erandiotarra; cuando en ambas prefirió echar el balón fuera para que atendieran a un contrario lesionado a pesar de haber podido marcar en las dos. La del Málaga en una acción con su portero y la del Deportivo con un defensa.
Pero de todos estos homenajes y distinciones, sin duda el más emotivo fue el que -al fin- le rindió su Athletic en 1997. El último contrato que Zarra firmó como futbolista incluía 850.000 pesetas y un partido homenaje cuando se retirara. Tuvieron que pasar más de cuarenta años desde su retirada para que se produjera. Coincidieron en un restaurante bilbaino Zarra y José María Arrate, presidente del Athletic por aquel entonces, y éste último le habló de ese dinero y ese partido homenaje que por contrato estaba acordado. Zarra accedió -nunca reclamó ese dinero- y el Athletic se enfrentó a un combinado de jugadores de Primera División dirigido por Javier Clemente. En el palco, junto a él, se encontraban jugadores como Alfredo Di Stéfano, Kubala, Iriondo, Maguregui y Bert Williams, el portero inglés al que Zarra marcó su famoso gol. Ese mismo año Zarra fue recibido en audiencia por el Papa Juan Pablo II y por los reyes de España.
En 2006, en su casa de Bilbao, Zarra moría víctima de un infarto a los 85 años. Innumerables fueron las muestras de condolencia, no sólo del mundo futbolístico, sino también de políticos, periodistas y gente de la cultura; y se guardaron minutos de silencio, no sólo en San Mamés, también en numerosos estadios como el Camp Nou, el Bernabéu, La Rosaleda, el Sánchez Pizjuán
o Anoeta. Con Zarra se fue el goleador por antonomasia y la leyenda con letras de oro.

España-Inglaterra. Río de Janeiro 1950. Alineación española: Ramallets; Alonso,Parra,Gonzalvo II; Gonzalvo III,Puchades; Basora,Igoa,Zarra,Panizo y Gaínza.

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