lunes, 15 de agosto de 2011

Futbolistas españoles de leyenda. Gento

Francisco Gento López (Guarnizo, Cantabria 1933. Madrid 2022) . En el fútbol, que duda cabe, lo único irrebatible son los resultados. Meros números que encumbran al éxito o abocan al fracaso. Salvavidas en forma de excusas a los que se agarran dirigentes para cesar entrenadores y salvar ellos su pellejo. Estadísticas que permanecen en el tiempo, en las hemerotecas y en la memoria de eruditos del balompié. Todo lo que queda fuera de las cifras es terreno abonado a la subjetividad, y de ella voy a echar mano para el presente post. Como si de la eterna dicotomía musical de Beatles o Stones se tratara, en este país tan dado a la bicefalia, el que para muchos es considerado el mejor extremo izquierdo español y uno de los mejores del mundo de todos los tiempos, no lo es para mí por una razón tan simple como la de decantarme por Gaínza para tal honor. No creo ser el único que piense así, aunque desde luego, sé que voy contra corriente, y como ya antes he mencionado, no se trata más que de una opinión personal y por ende, subjetiva. La pequeña población de Guarnizo vio nacer a Gento un 21 de Octubre de 1933. Como cualquier niño de la posguerra española, Gento hubo de abandonar los estudios a los catorce años para ayudar a su padre, camionero de profesión, tanto en su propio trabajo como en el cuidado de las vacas que tenían en una modesta parcela. Ya desde pequeño soñaba alguna vez con ser futbolista pero, como tipo humilde que dicen todos que es, jamás se le había pasado por la cabeza llegar donde llegó; él, como buen cántabro, sólamente aspiraba a triunfar en su Racing de Santander. Comenzó a jugar al fútbol en el Nueva Montaña, para rápidamente fichar por el Astillero, y de ahí al Rayo Cantabria. Una velocidad endiablada, en parte por el atletismo que también practicó de niño, fue su característica más reconocible. Con catorce años, jugando con el Astillero marcó nueve goles en un partido de Regional, hecho este que le valió para que el Rayo Cantabria, filial del Racing, lo fichara por tres mil pesetas, con un sueldo mensual de quinientas, que en plena posguerra, no era una cantidad ni mucho menos despreciable. En el Rayo Cantabria permanece tres años para, en 1953 subir al Racing, donde sólamente disputó ocho partidos. Por aquel entonces, el Madrid del todopoderoso Bernabéu, contaba en su directiva con un vicepresidente cántabro, Álvaro Bustamante, que tenía referencias de Gento, y que recomendó encarecidamente al mandamás blanco su fichaje; a pesar de que éste no la tenía todas consigo con el joven Gento, accedió a su petición y firmándole un contrato de cinco años a razón de veinticinco mil pesetas por temporada y cuatro mil de sueldo. Jamás podría imaginarse Bernabéu que aquel bisoño cántabro que acababa de contratar se convertiría en una auténtica leyenda, conocida en su época como la galerna del Cantábrico. Los primeros partidos no resultaron satisfactorios y las expectativas depositadas por Bustamante en su paisano comenzaban a desvanecerse. Gento, a pesar de poseer unas cualidades innatas para la carrera, esenciales en un extremo, no era precisamente un dechado de técnica y sus centros tampoco es que fueran precisos. Bernabéu comenzaba a impacientarse y a sopesar que este chaval no estuviera a la altura de los Di Stéfano, Muñoz o Zárraga. Se equivocó, felizmente para él y para el fútbol español. Todo cambió cuando el Madrid fichó a Héctor Rial. Con la llegada del elegante interior uruguayo, el juego impetuoso de Gento se fue atemperando, mejor dicho, Rial se encargó de encauzar esa velocidad incontrolada a través de pases medidos a la bota del extremo que, ahora ya sí, se transformaban en primorosos centros que eran aprovechados por los Di Stéfano, el propio Rial y posteriormente, Kopa y Puskas. El ariete magiar encontró en el joven extremo al socio ideal para explotar en el Madrid la vena goleadora que atesoraba y de la que venía precedido. No sería aventurado decir que a partir de Rial, Gento se hizo el dueño indiscutible de la banda izquierda del Madrid durante dieciocho temporadas en las que lo ganó absolutamente todo a nivel de clubes. En 1956 se crea la Copa de Europa, donde concurren los campeones de las ligas europeas más importantes y el Real Madrid se la adjudica al ganar 4-3 al Stade de Reims en París. A esta inicial Copa de Europa le seguirían otras cuatro más de forma consecutiva que hicieron del Madrid de los años cincuenta en el equipo de la década y uno de los mejores de la historia; y es que, por mucho que ahora se empeñen en tratar de igualar aquella irrepetible escuadra a base de ingentes millonadas, ni Cristiano Ronaldo, ni Özil, ni Benzema, ni ninguna hipotética figura que se le antoje fichar a Florentino Pérez podrá compararse con Di Stéfano, Puskas, Rial o Gento -si acaso Zidane es el único al que podría equipararse a estos fenómenos-, por no hablar del banquillo, donde tratar de establecer una comparación entre Mourinho y Miguel Muñoz es simplemente ultrajante. Mientras que el dominio del Madrid en Europa era abrumador, en los años cincuenta se sentaban las bases de lo que sería en la siguiente década un dominio apabullante en la competición doméstica, con Paco Gento como puente entre las dos décadas; entre el Madrid de Di Stéfano y el Madrid ye-ye. Este Madrid del que era capitán en 1966 cuando levantó la sexta Copa de Europa, disputada en Heysel y en la que los blancos ganaron 2-1 al Partizán de Belgrado, la que según el propio Gento dice, es de la que guarda mejor recuerdo y cuya alineación a las órdenes de Miguel Muñoz fue la siguiente: Araquistáin; Pachín, de Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Serena, Grosso, Amancio, Velázquez y Gento. Amancio y Serena remontaron el gol inicial de Vasovic y se trajeron para las vitrinas blancas la sexta Copa de Europa de las nueve que actualmente atesoran los merengues. Gento, con este galardón se convirtió en el único futbolista en ganar seis Copas de Europa, esto unido a las doce Ligas, dos Copas y una Copa Intercontinental lo hacen ser el jugador del mundo más laureado a nivel de clubes, récord este que seguro permanecerá vigente durante unas décadas más. A pesar de su continuos éxitos en el Real Madrid que lo catapultaron rápidamente a la selección española- Gaínza necesitaba un relevo y quien mejor que Gento para ocupar la banda izquierda-, sus números aun no siendo malos, no alcanzan ni de lejos la magnitud de los logrados con su equipo. La selección no se clasificó para el Mundial de Suecia 58 y aunque sí lo hizo cuatro años más tarde en Chile, cayó en la primera fase, perdiendo contra Checolosvaquia y Brasil, que a la postre jugarían la final, y ganándole a México. Gento, internacional desde 1956, jugó en aquel Mundial junto a gente del calibre de Luis Suárez, Peiró o "Pancho" Puskas, nacionalizado español. Una vez más, España, con un gran equipo, caía en un Mundial a las primeras de cambio. No así dos años más tarde, cuando España acogía la fase final de la Eurocopa, para regocijo del franquismo que vio como en la final España ganaba a la Unión Soviética (el gran enemigo) por 2-1, con aquel celebérrimo gol de cabeza de Marcelino. Aunque Gento disputó la fase de clasificación, el seleccionador Villalonga prefirió para la fase final a Carlos Lapetra, integrante de aquel mágico Zaragoza de los sesenta, con Villa, Canario o el propio Marcelino, no obstante Gento continuó su periplo como internacional hasta 1969, con 44 entorchados y cinco goles. La de la temporada 68-69 fue la última de las doce Ligas de Paco Gento, y un año más tarde, ya en el ocaso de su carrera, levantó una de las dos Copas que tiene en su palmarés. Su retirada se produjo en 1971 tras una trayectoria inigualable en lo que a palmarés se refiere. Un año después se le tributó un homenaje coincidiendo con el 25º aniversario del estadio Santiago Bernabéu, que fue el segundo de los tres que se le han rendido -el primero fue aún en activo, en 1965 y el último en 2008, precisamente en un encuentro contra el Partizán, finalista de la sexta Copa de Europa-. Como tantos y tantos futbolistas que se retiran, a Gento también le picó el gusanillo de entrenar, pero tras pasar por los banquillos del Castilla, Castellón, Palencia y Granada sin mucho éxito. Entre los muchísimos galardones con que a Gento han premiado destacan las ocho medallas al Mérito deportivo, la Cruz de Isabel la Católica, la Cruz de Cisneros y la medalla de Madrid, además de ser el 31º mejor jugador del siglo XX según la Federación de Historia y Estadística del Fútbol, siendo el único español entre los cincuenta primeros. Actualmente Gento desempeña el cargo de Embajador del Madrid en Europa, rimbombante título que le permite viajar por ahí en representación del club blanco junto al gran Alfredo Di Stéfano, Presidente de Honor. Dos merecidos cargos para dos vestigios de lo que fue el Real Madrid en el pasado, tanto deportiva como institucionalmente hablando, que en la actualidad tan poco se asemeja y que han convertido al Madrid de ahora en un club riquísimo económicamente, pero paupérrimo en lo que a valores se refiere. Su ciudad de adopción lo vio morir hace unos pocos meses. En el recuerdo de las sucesivas generaciones, no sólo de madridistas, quedarán su nombre y su trayectoria grabadas a fuego.

martes, 19 de enero de 2010

Futbolistas españoles de leyenda. Muñoz.


Miguel Muñoz Mozún (Madrid 1922-1990).

Existe en el imaginario balompédico una raza especial, que es la del futbolista que lo consiguió todo como jugador en activo y que como entrenador igualó o superó su palmarés. Ejemplos que inmediatamente vienen a nustra memoria son los de Johan Cruyff, Mario Zagallo y, más recientemente, Pep Guardiola. Pero antes de que Zagallo comenzara a entrenar, Cruyff se dedicara al fútbol o Guardiola naciera, Miguel Muñoz hacía del Madrid de los años sesenta uno de los mejores equipos de la historia; y si el Mago Samitier fue el precursor de esa raza especial en España, Miguel Muñoz la mejoró hasta cotas casi sublimes.
Miguel Muñoz comenzó a dar sus primeras patadas a la pelota en el madrileño colegio Calasancio, curiosamente el mismo donde unas décadas más tarde lo haría otro mito del madridismo al que el propio Muñoz llegó a dirigir en el Mundial de México 86: Emilio Butragueño.
El joven Muñoz se inicia en varios equipos madrileños de divisiones inferiores, siendo en el Imperio donde comienza a tener cierta vitola de buen jugador, hasta que es llamado a filas siendo destinado a Logroño. En la capital riojana y mientras hacía la mili, Muñoz ficha por el Logroñés, por entonces en Segunda División, pero que esa misma temporada baja a Tercera. A partir de ahí ficha por el Racing de Santander, donde permanecería dos temporadas para fichar en 1946 por el Celta. En Vigo permanece otras dos temporadas más y es en el conjunto olívico donde empieza a dar muestras de gran jugador. Ese Celta dirigido por el gran Ricardo Zamora con Miguel Muñoz como prolongación del entrenador en el terreno de juego se clasifica cuarto en la temporada 47-48 y disputa la final de la Copa ante el Sevilla, ese maravilloso Sevilla post-stukas con Juanito Arza como gran fugura. Miguel Muñoz abre el marcador en el minuto seis, pero los sevillistas remontan con tres goles de Mariano y uno del propio Arza.
La llegada a la presidencia del Madrid de Santiago Bernabéu en 1943 marca un antes y un después en la historia de la entidad capitalina. Bernabéu antes de ser presidente fue jugador, entrenador y directivo del Madrid y, tal como ahora pretende Florentino Pérez -éste desde el poder del dinero y Bernabéu desde un oscuro poder emanado de los servicios prestados en la Guerra Civil (cabo franquista, siempre se jactó de haber pertenecido al batallón que en 1938 "liberó" Lérida)- pretendió hacer del Madrid el mejor equipo del mundo a largo plazo, y a corto plazo recuperar la hegemonía que en los años cuarenta ostentaban el Athletic y el Barcelona, así como en menor medida Atlético, Valencia y Sevilla. Con tal premisa, Bernabéu anduvo poco a poco conformando un equipo que ahora dirían galáctico; y de esta forma se fue rellenando un puzzle que se completó con el polémico fichaje de Alfredo Di Stéfano en 1953. Antes del argentino habían llegado jugadores como el vasco Zárraga del Alavés, Lesmes del Valladolid, un jovencísimo Gento del Racing y nuestro protagonista.
La llegada del Celta al Madrid en 1948 junto al delantero Pahiño de Miguel Muñoz coincide con una época de sequía y transición donde, hasta el fichaje de Di Stéfano, no se gana nada; es más, hasta la consecución de la Liga 53-54 transcurrieron veinte años sin que los blancos cantaran el alirón; nada menos que desde aquel magnífico Madrid de la República con los Zamora, Ciriaco, Quincoces, Regueiro y Samitier. Miguel Muñoz se convirtió, desde el principio, en el germen de un equipo que marcó una década (la de los 50) triunfante, como eje de un mediocampo que abastecía a los Di Stéfano, Rial, Gento, Kopa; y al que dio una personalidad inimitable, desde un principio opuesta pero complementaria a la del crack Di Stéfano, combinación de caracteres ésta que resultó fundamental en los éxitos de los merengues.
A la Liga 53-54 le siguieron tres más hasta su retirada (54-55, 56-57 y 57-58), pero si de uno guardaba un recuerdo especial fue de la Copa de Europa de 1956, la primera en disputarse y la primera también de cinco consecutivas, las tres primeras con él de capitán, un capitán acorde a un formidable equipo. El Madrid ganó en la final al Stade de Reims por 4-3. La alineación del Madrid en ese partido estuvo compuesta por Alonso; Atienza,Marquitos,Lesmes; Muñoz,Zárraga; Joseíto,Marsal,Di Stéfano,Rial y Gento.
Al término de la temporada 57-58 decide retirarse como jugador habiendo conseguido cuatro Ligas, tres Copas de Europa, dos Copas Latinas y dos Mundialitos y siendo internacional en seis ocasiones, pero el omnipotente Bernabéu le encarga una misión que sólo un tipo de su peso en un vestuario podía realizar al hacerse cargo del banquillo. Esta no es otra que la de ir renovando progresivamente el equipo. Primero en el Plus Ultra -actual Castilla- comienza a trabajar con los chavales que más tarde darían el paso a la primera plantilla y, a los que un año más tarde comenzaría a ir poco a poco subiendo. Así en 1960 inaugura su palmarés como entrenador nada menos que ganando la cuarta Copa de Europa y la Copa Intercontinental; siendo éste sólo el preámbulo de una espectacular carrera jalonada de títulos, como las Copas de Europa de 1961 y 1966, dos Copas en 1962 y 1970 y nueve ligas, ocho consecutivas desde 1961 a 1969 (con la excepción de la Liga 65-66 ganada por el Atlético) y la de 1972, haciendo del Madrid el absoluto dominador de la década de los 60 en el fútbol español.
La prodigiosa década del Madrid sesentero tiene a Miguel Muñoz como único artífice, ni Bernabéu, ni los jugadores. Él y sólo él tuvo que afrontar la responsabilidad de retirar al mejor jugador del Madrid de todos los tiempos para ir dando paso a gente nueva, producto de su trabajo en el filial. Aparte de compañero durante muchos años, Miguel Muñoz era muy amigo de Di Stéfano, hasta el punto de dimitir antes que ir relegando al banquillo a la saeta rubia, pero Bernabéu no le acepta la dimisión. Corría el año 1964 cuando tras perder la final de la Copa de Europa ante el Inter, el Madrid afronta una semifinal de Copa con sus vecinos del Manzanares. Miguel Muñoz, con lágrimas en los ojos, va escribiendo en la pizarra los nombres de los convocados en los que Di Stéfano no se halla. Con este gesto se cierra una época y comienza la conocida como el Madrid ye-ye. Los Di Stéfano, Marquitos, Santamaría, Rial, dejan paso a los Pirri, Zoco, Velázquez y Amancio; quedando sólamente Paco Gento y Puskas como puentes entre ambas generaciones. El Madrid ye-ye obtuvo el objetivo para el que fue concebido ganando su sexta Copa de Europa ante el Partizán en 1966, trofeo que el Madrid no volvió a levantar hasta 1998.
Miguel Muñoz permaneció en el banquillo blanco hasta 1974. Tras una mala temporada liguera y la eliminación en Copa de la UEFA por el Ipswich Town, decide dimitir después de catorce años al frente del Madrid, récord de permanencia hasta ahora. Después entrenó entre otros a Las Palmas, Granada y Sevilla hasta que le llegó el último gran reto de su vida. Dirigir a la selección española.
La espantosa actuación de la selección española en su Mundial -peor anfitrión de la historia de los mundiales junto a Chile en el 62- precipitó la salida de José Emilio Santamaría y Muñoz se hizo cargo del combinado español. Seis años en los que con Miguel Muñoz en el banco se consiguió llegar a la final de la Eurocopa de 1984 y a los cuartos de final del Mundial de México 86. Los Zubizarreta, Maceda, Goikoetxea, Butragueño, Gordillo, Michel etc... supieron ilusionar a todo un país durante aquella maravillosa década de los ochenta. Para siempre quedará en mi recuerdo y en el de tantos muchos aquel partido épico del 12-1 a Malta con José Ángel de la Casa cantando el gol de Señor, el gol de Maceda ante Alemania en la Eurocopa, el fallo de Arconada en la final de esa Eurocopa, el 5-1 a Dinamarca en Querétaro y la famosa "flor" que el mismo Miguel Muñoz decía que tenía en cierta parte de su cuerpo. Recuerdos imborrables de los que por aquel entonces éramos niños. Muñoz fue cesado al término de la Eurocopa de 1988 donde España quedó eliminada en primera ronda y sustituido por el responsable de la sub-21, otro mito que responde al nombre de Luis Suárez.
Retirado por completo del fútbol, unas hemorragias esofágicas acabaron con su vida un 16 de Julio de 1990. En un hospital madrileño moría uno de los entrenadores más laureados de la historia del fútbol mundial.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Zarra.


Telmo Zarraonaindía Montoya (Erandio 1921-Bilbao 2006)

Si al español más absolutamente ignorante y lego en materia futbolística se le propusiera decir a bote pronto el nombre de un futbolista español de los considerados antiguos -en blanco y negro-, un amplísimo porcentaje de los encuestados respondería Zarra. Y es que el nombre de Zarra ha trascendido de mero futbolista a leyenda con mayúsculas, a auténtico fenómeno social que todo el mundo conoce y que ha perdurado y perdurará por siempre en el universo futbolístico ibérico. Si esta serie está dedicada a todos esos héroes balompédicos que engrandecieron el fútbol español de buena parte del siglo pasado, sería impensable que la piedra angular de todos ellos no figurara.
Telmo Zarraonaindía nació en el barrio erandiotarra de Asúa un 20 de Enero de 1921. Su padre era el jefe de estación de Erandio y Telmo fue el séptimo de nueve hermanos. El gusanillo del fútbol le llegó muy pronto, no en vano dos de sus hermanos se dedicaron también al balón. Tomás, su hermano mayor fue un más que aceptable portero del Arenas de Getxo; y otro de sus hermanos, Domingo, muerto en la Guerra Civil, actuaba de extremo.
En 1937, en plena guerra, su padre fue trasladado de Erandio a Mungia, y Telmo fichó por el Erandio con la oposición del progenitor, personaje hosco y avinagrado que decía que con dos hijos suyos dedicándose al fútbol ya tenía bastante. Afortunadamente, no hizo caso de las recomendaciones del padre.
Por aquel entonces, Zarra no era el arquetipo de ariete valeroso que fue después, incluso llegó a ser conocido como "Telmito el miedoso", por su poca determinación ante las defensas rivales. Él mismo admitía en alguna entrevista que al principio lo que le gustaba y se le daba bien era la suerte del regate, pero que hubo de decantarse por un juego racial y especializarse en el remate porque, palabras textuales, "un delantero no podía regatear en el área porque lo mataban".
Con el Erandio llegó a jugar en Segunda División en la temporada 39-40 y su buen hacer hizo que fuera seleccionado por Vizcaya para jugar un amistoso contra la selección guipuzcoana. En ese partido Vizcaya ganó 9-1 a Guipúzcoa y Zarra marcó siete goles, que de inmediato lo catapultaron a fichar por el Athletic por cuatro mil pesetas.
Tras la Guerra Civil, el Athletic quedó prácticamente desmantelado y urgía la necesidad de reclutar nuevos valores. Esto se consiguió ideando un torneo entre equipos vizcainos, con la particularidad de que, en cada equipo, hubiese al menos cinco componentes menores de diecisiete años. Así, chavales como Gaínza, Bertol y Panizo, a los que más tarde se unirían Iriondo y Zarra; rejuvenecieron al Athletic de los "supervivientes" Oceja, Unamuno y Gárate. Esta acertada política condujo al Athletic a conseguir uno de los equipos más laureados de su larga historia.
El debut de Zarra con la camiseta rojiblanca se produjo en Santander en un amistoso en la temporada 40-41. En esa misma temporada, Zarra debutó oficialmente en Liga en el campo de Mestalla, un 29 de Septiembre de 1940. El partido acabó con empate a dos y Zarra marcó los dos goles de su equipo. La alineación estaba compuesta por Etxeberría; Mieza,Oceja,Ortúzar; Jauregui,Bertol; Iriondo,Panizo,Zarra,Valle y Elices. En el transcurso de esta temporada, Zarra hubo de incoporarse a cumplir el servicio militar en Ceuta, por los que sólo disputó ocho partidos.
A la temporada siguiente el Athletic disputó la final de Copa ante el Barcelona, de triste recuerdo para nuestro protagonista. Se llegó al final del partido con empate, y en la prórroga Zarra falló un gol cantado delante del portero. Acto seguido, el Barça desnivelaba la balanza y se llevaba el trofeo. La siguiente fue de más provecho tanto para Zarra como para su equipo. El Athletic consiguió el doblete y Zarra le marcó al Madrid el único gol de aquella final de Copa. En Liga anotó dieciseis goles en diecisiete partidos.
Zarra fue un hombre bastante castigado por las lesiones debido a su posición en el campo y a su juego visceral, basado en el choque con los defensas contrarios y en el remate. En la temporada 43-44 sufre una fractura de clavícula en un choque con un defensa del Barcelona. No obstante, la lesión no le privó de disputar la final de Copa ante el Valencia y marcar el primero de los goles que le dieron el triunfo a su equipo. El segundo fue de Escudero, joven promesa bilbaina que falleció pocos años después en un accidente de aviación.
1945 fue un año agridulce para Telmo. Por un lado y como noticia positiva, el mítico Jacinto Quincoces, seleccionador nacional por aquel entonces, convocaba por primera vez a Zarra. El 11 de Marzo de 1945, en Lisboa, Zarra vistió por primera vez la zamarra roja. El resultado fue de empate a dos. También se proclamó por primera vez Pichichi de las seis veces que lo consiguió, marcando veinte goles en veintiseis partidos. La noticia negativa, en cualquier otro futbolista algo más que un simple dato estadístico, fue su expulsión -la única en su carrera, de ahí la trascendencia- en la final de Copa, otra vez con el Valencia como rival. El polifacético Pedro Escartín (jugador, entrenador, seleccionador nacional y árbitro) lo expulsó por una supuesta agresión al valencianista Álvaro. El propio Zarra contaba el lance en una entrevista: "El juego estaba parado tras un barullo. Álvaro estaba en el suelo y un compañero me dijo en broma que lo pisara. Yo hice, en broma, ademán de hacerlo, pero Escartín me vio...y a la caseta". Poco debía conocer Escartín a Telmo, porque si por algo se distinguió Zarra, aparte de por su facilidad rematadora y por su bravura, era por una nobleza sin límites. A pesar de la expulsión quedando cuatro minutos para el final, el Athletic acabó adjudicándose la Copa por 3-2 merced a un postrero gol de Rafa Iriondo.
Las temporadas 45-46 y 46-47 también vieron a Zarra coronarse como máximo goleador liguero, con 33 goles en 24 partidos en esta última. En la siguiente, una grave lesión en partido contra el Alcoyano lo mantuvo apartado buena parte de la temporada.
Pero si hay un año en la carrera de Zarra que lo ha marcado para la eternidad es 1950. En plena madurez futbolística vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga con la escalofriante cifra de 38 goles en 30 partidos. Aquel mismo año, el Athletic volvió a ganar la Copa tras años de sequía. El conjunto bilbaino ganó 4-1 al Valladolid y Zarra marcó los cuatro goles de su equipo. Semejante temporada le abría las puertas de par en par hacia el Mundial. El seleccionador Ignacio Eizaguirre le dio la titularidad desde el primer partido a pesar de que otro ariete de sus mismas características, el gran César, también viajó a Brasil. Zarra marcó tres goles en dicho Mundial, pero uno de ellos es, sin lugar a dudas, uno de los más famosos y repetidos en televisión de la Historia. Tras sendas victorias ante Estados Unidos y Chile, España afrontaba el tercer partido frente a uno de los favoritos al título. Tras una primera parte sin goles, pasados cuatro minutos de la segunda, la voz de Matías Prats resonaba en las pocas radios existentes en España cantando el celebérrimo gol de Zarra. Ramallets sacó en corto para Alonso, éste avanzó y centró a Gaínza que, también de cabeza, le puso el balón botando y cerca del área chica a Zarra, que aprovechó el bote para, con un remate sutil, mandarla lejos del alcance del portero inglés Williams. El resto del partido fue un recital de paradas de Ramallets. España se clasificó para la fase final donde perdió con Brasil y Suecia y empató contra Uruguay. Lo que sucedió después en la final ya es otra historia que cualquier buen aficionado al fútbol conoce de sobra.
Convertido en un héroe nacional, la trayectoria de Zarra siguió marcada por los goles y las lesiones. La más grave ocurrió en 1951 en el Metropolitano de Madrid. Montes, portero del Atlético, se lanza a por un balón a los pies de Zarra al mismo tiempo que éste inicia el salto para evitar lesionar al meta. El colchonero aprisiona involuntariamente la pierna de Zarra fracturándole tibia y peroné. Como consecuencia, Zarra se perdió toda la temporada que recién había comenzado. En la siguiente temporada Zarra vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga por sexta vez, algo jamás igualado por nadie hasta ahora en la Liga. A estas alturas, Zarra ya cuenta con 32 años y muy castigado, va comenzando a salir de las alineaciones para ir dando paso a su relevo generacional, un fogoso ariete llamado Eneko Arieta, conocido como "el torito de Durango".
Aún en activo aunque muy cerca de la retirada, a Zarra se le rindió en el Bernabéu un homenaje en el que participaron coetáneos suyos de la talla de Di Stéfano, Puchades o Basora; aparte de compañeros suyos del Athletic como Piru Gaínza. Se cuenta que Zarra estaba tan emocionado de recibir ese homenaje que no pudo hablar con ninguno de sus compañeros. Él mismo contaba que es uno de los recuerdos de los que guarda más cariño.
Después de dejar el Athletic tras quince temporadas como profesional, Zarra jugó gratis durante dos temporadas más; primero en el Indautxu y después en el Barakaldo. "La mejor cabeza de Europa después de Churchill" como se le apodó, colgaba definitivamente las botas en 1957 con un palmarés impresionante. Una Liga en la temporada 42-43, cinco Copas en los años 43, 44, 45, 50 y 55; y una Copa Eva Duarte en el 50. A título personal Zarra ganó seis trofeos Pichichi y es el máximo goleador de la historia de la Primera División con 252 goles, máximo goleador en una temporada -ex aequo con Hugo Sánchez- con 38 goles, máximo goleador de la historia del Athletic con 333, máximo goleador de la historia de la Copa con 88, y jugador con más goles marcados en una final de Copa (los cuatro al Valladolid antes comentados).
A su retirada se desvinculó del mundo del fútbol y montó en Bilbao una tienda de deportes, pero seguían lloviéndole los homenajes. Entre ellos destacan la Medalla al Mérito Deportivo, la insignia de oro y brillantes del Málaga y el Botafumeiro de plata del Deportivo de La Coruña. Estos dos últimos en sendas acciones de proverbial nobleza del erandiotarra; cuando en ambas prefirió echar el balón fuera para que atendieran a un contrario lesionado a pesar de haber podido marcar en las dos. La del Málaga en una acción con su portero y la del Deportivo con un defensa.
Pero de todos estos homenajes y distinciones, sin duda el más emotivo fue el que -al fin- le rindió su Athletic en 1997. El último contrato que Zarra firmó como futbolista incluía 850.000 pesetas y un partido homenaje cuando se retirara. Tuvieron que pasar más de cuarenta años desde su retirada para que se produjera. Coincidieron en un restaurante bilbaino Zarra y José María Arrate, presidente del Athletic por aquel entonces, y éste último le habló de ese dinero y ese partido homenaje que por contrato estaba acordado. Zarra accedió -nunca reclamó ese dinero- y el Athletic se enfrentó a un combinado de jugadores de Primera División dirigido por Javier Clemente. En el palco, junto a él, se encontraban jugadores como Alfredo Di Stéfano, Kubala, Iriondo, Maguregui y Bert Williams, el portero inglés al que Zarra marcó su famoso gol. Ese mismo año Zarra fue recibido en audiencia por el Papa Juan Pablo II y por los reyes de España.
En 2006, en su casa de Bilbao, Zarra moría víctima de un infarto a los 85 años. Innumerables fueron las muestras de condolencia, no sólo del mundo futbolístico, sino también de políticos, periodistas y gente de la cultura; y se guardaron minutos de silencio, no sólo en San Mamés, también en numerosos estadios como el Camp Nou, el Bernabéu, La Rosaleda, el Sánchez Pizjuán
o Anoeta. Con Zarra se fue el goleador por antonomasia y la leyenda con letras de oro.

España-Inglaterra. Río de Janeiro 1950. Alineación española: Ramallets; Alonso,Parra,Gonzalvo II; Gonzalvo III,Puchades; Basora,Igoa,Zarra,Panizo y Gaínza.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Ramallets.


Antoni Ramallets i Simón (Barcelona 1924-Vilafranca del Penedès 2013).

El Barcelona de la década de los 50 no sería nada sin la presencia de Laszi Kubala; pero más allá de la alargada sombra del magiar, tampoco se entendería el Barça de la época sin la sobria estampa de un hombre siempre de riguroso negro, que defendió la portería azulgrana durante nada menos que quince temporadas.
El muy popular barrio de Gràcia barcelonés vio nacer y dar las primeras patadas al balón a este espigado chaval de negra cabellera y gesto adusto y sereno. Tenía muy claro que quería ser portero de fútbol y, como no se le daban bien los estudios, empezó a trabajar a los quince años en la fábrica Casacuberta, a la misma vez que defendía la portería del modesto club Racing de Guinardó. En uno de estos partidos, un dirigente del Europa -histórico club de Barcelona que disputó la primera Liga- le hizo su primera ficha profesional, doscientas pesetas mensuales.
El obligado cumplimiento del servicio militar lo llevó hasta San Fernando. Con el equipo de la Base Naval conquistó el subcampeonato de España de la Marina, lo que le llevó hasta Palma de Mallorca, en cuyo equipo jugó dos temporadas en Segunda División (1944 a 1946).
La trayectoria en el conjunto bermellón no pasó desapercibida para el "Mago" Josep Samitier, por aquel entonces secretario técnico del Barcelona. Samitier, responsable de los fichajes de César y Kubala, había puesto los ojos en aquel joven de agilidad felina bajo palos y lo fichó para la temporada 46-47. El Mago pocas veces se equivocaba y esta vez tampoco lo hizo; sin embargo, la portería del Barça estaba magníficamente cubierta por Velasco, por lo que fue cedido al Valladolid para que siguiera fogueándose. Los pucelanos estaban en Tercera, y ya con Ramallets en la portería consiguieron el ascenso a Segunda. Sólo era cuestión de tiempo que se hiciera con la titularidad de la portería del Barcelona.
Ya repescado del Valladolid, Ramallets no tenía más remedio que mirar desde el banquillo las evoluciones de su equipo. Velasco se encontraba en un excelente estado de forma y logicámente, la titularidad era suya...hasta que ocurrió lo inesperado. Se disputaba en Vigo un Celta-Barcelona, y en un lance del partido, el guardameta Velasco se lanzó a los pies de un delantero celtiña, con tan mala fortuna que le provocó una lesión ocular -desprendimiento de retina- que casi lo retiró de la práctica del fútbol. A partir de esa desafortunada acción nacería el mito. Corría la temporada 48-49 y el Barcelona se proclamaría campeón de Liga.
Con Velasco en el dique seco, la temporada siguiente fue la de su consagración. El Barça acabó quinto aquella temporada, pero las magníficas actuaciones del joven meta se hicieron acreedoras a un premio. ¡Y qué premio!. El seleccionador español Guillermo Eizaguirre se lo llevó al Mundial de Brasil como portero suplente de otro Eizaguirre (Ignacio), indiscutible titular del Valencia y de la selección. El joven Ramallets había dejado fuera de la convocatoria a porteros de la talla del bilbaino Lezama o del magnífico Juan Acuña, arquero del Deportivo de la Coruña.
Aquel mundial significó la mejor clasificación de España jamás en una cita mundialista, pero también el momento cumbre de Ramallets, así como de casi todo el resto de integrantes del plantel. Como he comentado anteriormente, Ramallets partía como guardameta suplente, y de no haber sido por la lesión -involuntariamente otra lesión vuelve a marcar su carrera- de Eizaguirre, Ramallets habría sido un magnífico portero, pero no un mito. El primer partido contra Estados Unidos lo jugaría Eizaguirre, pero en el resto, incluido el famoso contra Inglaterra; sería Ramallets el portero de la selección, con actuaciones tan portentosas que fue nombrado mejor portero de aquel Mundial. Sus reflejos felinos, no exentos de sobriedad y sangre fría, le hicieron ganarse el apodo de "El gato de Maracaná", sobrenombre que, en su caso, más bien parece su segundo apellido, de utilizado que ha sido.
A la vuelta de Brasil, el Barcelona gana la Copa de 1951 como prolegómeno a la que sería la temporada con mayúsculas del equipo azulgrana hasta este año 2009. La temporada 51-52 es la archifamosa temporada de las cinco copas (Liga, Copa, Copa Latina, Copa Eva Duarte y Copa Martini-Rossi). En ese equipo, además de Ramallets figuraban cracks como Kubala, Biosca, Sagarra, Gonzalvo III, César o Basora. Tras aquel any triunfant, se volvió a hacer doblete en la temporada siguiente, aunque se sucedieron tres temporadas de sequía hasta la consecución de la Copa de 1957. El nacimiento de la Copa de Ferias en 1958 tuvo en el Barcelona a su primer campeón, para en 1960 volverla a ganar. En ambas, la participación de Ramallets fue decisiva en un Barcelona donde poco a poco los Basora, César o Gonzalvo III iban retirándose para dar paso a Vergés, Gensana, Suárez, Kocsis o Czibor. En ese Barça a caballo entre dos décadas sólo permanecían Kubala y él.
La consecución del título de Liga de la temporada 58-59 le dio la oportunidad al Barcelona de participar por primera vez en la Copa de Europa, máxima competición continental; competición que desde su inicio en 1956, dominaba insultantemente el Madrid de los Di Stéfano, Puskas y Gento. La primera participación del Barça se saldó con una eliminación en semifinales. Pero se ganó la Liga y al año siguiente se volvió a intentar el asalto a la hegemonía madridista en Europa. Como campeón de la edición anterior, el Real Madrid también participaba; y el destino quiso que los dos grandes enemigos se cruzaran en octavos. El Barça eliminó a los madridistas tras empatar en el Bernabéu y ganar 1-0 en el Camp Nou. Se eliminó en semifinales al Hamburgo tras partido de desempate y finalmente, se llegaba a la final, disputada en Berna. El rival era el Benfica del gran Eusebio. Aquel 31 de Mayo de 1961 constituye una de las fechas más amargas en la historia del Barça, y el partido más desafortunado de Ramallets como blaugrana. De los tres goles portugueses, dos fueron tras fallos del excelente guardameta. Pero sería injusto hacerle responsable de la derrota. Esa final es más conocida como la "final de los postes", por los tres tiros a la madera del Barcelona. Con 1-3 para el Benfica en el descanso, Kocsis, Kubala y Evaristo dispararon por tres veces al palo de los benfiquistas. Desde ese partido, los postes dejaron de ser cuadrados para pasar a ser redondos, como actualmente siguen siendo.
Ese partido precipitó la retirada del extraordinario portero catalán, que se produjo en 1962. Una vez retirado, entrenó al Valladolid y al Zaragoza. Al club pucelano lo llevó hasta la cuarta posición en la temporada 63-64, en la que es la mejor clasificación del Valladolid en toda su historia. Después permaneció varias temporadas en el staff técnico del Barcelona, para después desvincularse completamente del fútbol al entrar a trabajar en una entidad bancaria, donde se jubiló. El mejor portero de la historia del Barça y uno de los tres mejores porteros españoles de todos los tiempos lleva una vida apacible, sólo alterada por alguna esporádica entrevista en la que hace gala de su sabiduría futbolística y su señorío.
El Gato de Maracaná consiguió, siempre con el Barça, seis Ligas, cinco Copas y dos Copas de Ferias; además de cuatro trofeos Zamora y la Medalla al Mérito Deportivo. Con la selección española disputó 35 partidos, desde 1950 hasta 1961, siendo su principal logro el famoso cuarto puesto del Mundial de Brasil, donde fue tan decisivo como Telmo Zarra.
Retirado de los banquillos, Ramallets se dedicó la última parte de su existencia a llevar una vida tranquila, aunque de vez en cuando se le requería para alguna colaboración que otra, principalmente reportajes glosando su figura. En uno de ellos, el actual guardameta culé, Víctor Valdés, otro mito blaugrana por trayectoria y palmarés, tuvo la oportunidad de conocer al Gato, quedando en su recuerdo marcado el momento, como él mismo, modesta y agradecidamente reconoce.
Ya enfermo de cáncer, en 2012 enviuda, lo que acaba por convertirse en el principio del fin de su vida. La muerte de su mujer lo deja muy tocado anímicamente y provoca que su enfermedad se agrave, precipitándose todo hasta que un 30 de Julio del año siguiente, en un hospital de Vilafranca del Penedès, el mejor portero de la historia del Barça, que ya es mucho decir, fallece.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Puchades.


Antonio Puchades Casanova (Sueca 1925-2013).

El Campeonato del Mundo de 1950 supuso la vuelta a la normalidad en el universo futbolístico tras la Segunda Guerra Mundial y la segunda gran hazaña de la selección española. Lejos quedaban ya la plata de Amberes y la muy notable participación en el Mundial de 1934. La Guerra Civil dejó el país sumido en la oscuridad y la pobreza más absolutas; y el viejo método romano de pan y circo para contentar al pueblo, se quedó sólo en circo para la mayoría de los españoles de la posguerra que no habían muerto o permanecían encarcelados por el dictador Franco. El fenomenal cuarto puesto conseguido en el Mundial de Brasil -aún sigue siendo la mejor clasificación- ayudó al común de los españolitos a evadirse un poco de su triste realidad y los jugadores de la selección pasaron a ser auténticos ídolos para un país ávido de ilusiones, por pequeñas que éstas fuesen. De aquella mítica selección española de los Zarra, Basora, Gaínza; que se llevaron la fama, destacó también un jugador que por su demarcación en el terreno de juego pasaba más desapercibido para el aficionado, pero cuya labor fue crucial en aquel campeonato. Este jugador era Tonico Puchades.
Corría el año 1946 cuando Monzó, mediocampista titular en ese Valencia, cayó lesionado. El entrenador valencianista Pasarín hubo de llamar a un joven del filial para completar el equipo en el partidillo de entrenamiento. En medio del barrizal en el que se había convertido el campo de entrenamiento a causa de la lluvia, el joven Puchades se salió. Sorprendido el entrenador del rendimiento en un terreno tan adverso para la práctica del fútbol, Puchades le respondió diciendo que él estaba acostumbrado por haber trabajado desde siempre en los arrozales de su pueblo, ya que procedía de una humilde familia de labradores. Convencido de las habilidades de su joven pupilo, Pasarín le hizo debutar ese mismo domingo, en Vigo, donde como no podía ser menos, llovió a cántaros. Esa misma temporada, el Valencia se proclamaría campeón de Liga y Puchades disputó cuatro partidos, pues alternaba su presencia en el primer equipo con el filial.
Desde entonces y hasta 1957, Puchades permaneció en su Valencia, donde rápidamente se ganó la titularidad, que hasta su retirada no abandonaría. Dotado de un físico inusual en un español de la época, tanto por su altura y potencia como por su pelo rubio que le hizo ganarse el apodo de "El sueco" (por su aspecto de extranjero y por ser de Sueca); Puchades formó una intratable pareja en el mediocampo con el vasco Pasieguito, que en los setenta y ochenta entrenó al Valencia. Ambos se complementaban a las mil maravillas; Pasieguito, muy técnico, dirigía el juego che con maestría, mientras que Puchades hacía el trabajo duro, pero ¡cómo lo hacía!. En la Valencia de los cincuenta corría un dicho popular que decía "lucía Pasiego y se mataba Puchades". La frase en cuestión hace pensar que Puchades era un tronco, pero ni mucho menos. No era un dechado técnico, pero tampoco andaba escaso de ella, simplemente que a él le tocaba desempeñar la labor más ingrata; la lucha incansable, la recuperación de balones y guardar las espaldas del talentoso Pasieguito. Es, de hecho, el precursor por excelencia en España de lo que luego se ha denominado como mediocentro defensivo o pivote defensivo; muy al estilo de lo que, en su mismo equipo, hace David Albelda; aunque por supuesto, con muchísima más calidad y nobleza; ésto último sobre todo.
El palmarés de Tonico no es corto. Siempre con el conjunto che, participó en la consecución de las Copas de 1949 y 1954, ganadas 0-1 al Athletic y 0-3 al Barcelona y fue subcampeón de la misma en las ediciones de 1946 (3-1 para el Madrid) y 1952 (4-2 para el Barça, con prórroga incluida). También, aunque de manera testimonial fue campeón de la Liga 46-47 y subcampeón en la 47-48, 48-49 y 52-53.
Pero es en la selección española y, especialmente, en ese Mundial de Brasil, donde Puchades brilló con luz propia. Debutó en Portugal un 20 de Marzo de 1949, siendo prácticamente fijo en todas las convocatorias hasta 1954, con un total de veintitrés partidos jugados. En los seis partidos que España hubo de jugar en Brasil, Puchades destacó tanto o más que el paquete de delanteros (permítaseme el símil rugbístico). Haciendo pareja en el mediocampo con el exquisito Gonzalvo III, Puchades fue nombrado mejor centrocampista defensivo del mundial a raíz, sobre todo de su descollante actuación en el famoso partido contra Inglaterra, anulando por completo el mediocampo inglés; donde figuraba la mítica leyenda Stanley Matthews, nombrado Sir dos años más tarde.
En 1957, a los treinta y tres años, una ciática lo retiró del fútbol. Dos años más tarde, el Valencia le rindió un partido homenaje y toda Valencia se colapsó, según cuentan las crónicas, para presenciar el último partido de Tonico; el sencillo hombre de Sueca que se convirtió por méritos propios en uno de los mejores jugadores que ha dado la Comunidad Valenciana.
Muy apegado a su pueblo y a sus costumbres, una vez retirado del fútbol nunca quiso ser más que un simple aficionado, alejándose de los banquillos y dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de su finca; y los domingos que hay partido en Mestalla, acudiendo a su localidad de primera fila.
Puchades murió en paz en su pueblo un día de primavera del nefasto 2013. Con él se va el paradigma del futbolista humilde y sencillo; a años luz de lo que por estos tiempos se estila.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Arza.


Juan Arza Íñigo (Estella 1923-Sevilla 2011).

Uno de los equipos que menos acusó la Guerra Civil fue el Sevilla. En 1939 volvieron a jugarse Liga y Copa tras el obligado parón. No quedaban lejanos los ecos de la Copa de 1935 ganada brillantemente al Sabadell; aquella de los Eizaguirre, Torróntegui y Campanal I, cuando en 1939 se proclamó Campeón de la primera Copa del franquismo, una de las ediciones más tramposas, si no la que más, donde en la final vapuleó 6-2 al ¡¡¡Racing de Ferrol!!!. Si se es un poco perspicaz se adivinará por qué califico a esta edición copera de tramposa. No se entiende desde un punto de vista lógico como un equipo como el Ferrol pudo llegar tan lejos en una competición si no es porque Franco era ferrolano.
En aquel año mágico del sevillismo no sólo se ganó la Copa, sino que en Liga acabaron segundos y a un sólo punto del ganador, el Atlético Aviación. Buena "culpa" de tales éxitos la tuvo su delantera. López, Pepillo, Campanal I, Raimundo y Berrocal fueron conocidos como la delantera "stuka", nombre muy poco apropiado en honor de los Stukas; cazabombarderos nazis que resultaron de gran ayuda para que el bando fascista ganara la Guerra Civil. Esta famosa y temida delantera fue responsable de goleadas escandalosas como el 11-1 al Barcelona o el 10-3 al Valencia, ambas en la temporada 40-41, temporada en la que el Sevilla acabó quinto, a siete puntos del Atlético Aviación, pero con setenta goles a favor en veintidós partidos.
Los Stukas jugaron juntos por última vez en la temporada 42-43, siendo subcampeones por detrás del Athletic. Al progresivo desmantelamiento de la famosa delantera le siguió un lógico declive que desembocó en un muy mediocre décimo puesto en la temporada 44-45. Un año antes, el Sevilla había puesto los ojos en un joven navarro que jugaba en el Málaga y que respondía al nombre de Juanito Arza.
El joven Arza se inició en el fútbol destacando en el equipo de su pueblo, el Izarra. Un comerciante con contactos en Barcelona se queda asombrado con él y le propone viajar hasta la Ciudad Condal para realizar unas pruebas con el Español, pero Juanito se siente muy solo en Barcelona y vuelve a Estella, para acabar poco después enrolándose en el Alavés. En el conjunto vitoriano realiza una gran temporada, hecho que no pasa desapercibido para equipos como el Real Madrid y el Athletic, que se fijan en las cualidades del chaval y lo quieren fichar. Finalmente se decide por el Athletic, que le ofrece cinco mil pesetas como adelanto pero; a última hora, el Málaga le ofrece veintisiete mil pesetas por dos años y recala en el club costasoleño, que intentaba el asalto a la primera división. El conjunto blanquiazul no sólo no logra subir, sino que acabaría bajando a tercera. Numerosos clubes de primera división se pelean por hacerse los servicios de Arza, pero es finalmente el Sevilla quien se haría con el navarro por 280.000 pesetas, dos partidos amistosos con la recaudación íntegra para el Málaga y la posibilidad de cesión de jugadores. Su gran calidad y lo costoso del fichaje hizo que en Nervión se le conociera como "el niño de oro". En 1943, con veinte años recién cumplidos, Arza es fichado con la intención de hacer olvidar a los míticos Stukas.
En su debut con el Sevilla, Arza le hece tres goles al Sabadell, y en la jornada siguiente, dos al Madrid en Chamartín. Aquella temporada el Sevilla acabaría tercero y Arza comenzaba a ser idolatrado por la hinchada sevillista.
Pero es en la temporada 45-46 cuando el Sevilla consigue uno de sus mayores éxitos, sólo superado por las recientes conquistas de la UEFA de 2006 y 2007, al lograr el campeonato de Liga. El gol de Araújo en Les Corts le dio al Sevilla el punto que necesitaba para ganar su, hasta ahora, único campeonato liguero. Juanito Arza disputa todos los partidos de esa temporada y marca catorce goles, siendo pieza fundamental en la consecución del campeonato. En la temporada siguiente a Arza le llueven las ofertas. Madrid, Barcelona, San Lorenzo de Almagro y River Plate pugnan por hacerse con sus servicios. Los gallinas llegan a ofrecerle 800.000 pesetas, pero El niño de oro prefiere quedarse en Nervión; donde en 1948 marca uno de los goles en la final de Copa que el Sevilla gana 4-1 al Celta. Esta época dorada del Sevilla de Juan Arza se cierra con el subcampeonato de la Liga 56-57 y su posterior participación en la Copa de Europa, donde los palanganas llegaron a los cuartos de final. Anteriormente, el Sevilla sería subcampeón de nuevo en la 50-51 y subcampeón de Copa en 1955, final ésta en la que fue derrotado por el Athletic por 1-0. Durante dieciseis temporadas, Juanito Arza defendió la camiseta sevillista, marcando 182 goles, cifra ésta aún no superada por ningún otro jugador. Fue dos veces internacional con la selección española y ganó un trofeo Pichichi en la temporada 54-55 al marcar 28 goles.
Ambidiestro, físicamente portentoso y con un regate letal por ambos perfiles, no son de extrañar sus registros goleadores a pesar de no ser delantero; porque Arza era interior, pero con una proyección ofensiva y una llegada tremendas; hasta el punto que dos de sus entrenadores, el irlandés Patrick O'Connell -también técnico del Betis que ganó la Liga- y "el Mago" Helenio Herrera le dejaban jugar por donde quisiera, al estilo de algunos dieces brasileños (Pelé, Rivaldo, Djalminha o Ronaldinho por citar algunos).
En 1959 se retira en el Almería y vuelve a Sevilla para dedicarse a su familia y a sus negocios -regentaba una tienda de deportes "Deportes Arza" junto a su hermano-, pero lo compagina con habituales y recurrentes llamadas del club sevillista para hacerse cargo del banquillo en situaciones comprometidas. Hasta cuatro veces hubo de sentarse en el banquillo para salvar al Sevilla del descenso, consiguiéndolo tres veces y ascendiendo al equipo en la temporada 68-69. Harto de ser el salvavidas del Sevilla y de la ingratitud de sus dirigentes, Arza acepta una oferta del Celta. En el club olívico permanece hasta la temporada 72-73, llevándolo incluso a disputar la Copa de la UEFA en la temporada 70-71, tras quedar en una meritoria sexta plaza en la competición doméstica. Tras volver una vez más al Sevilla y, una vez más, decepcionado con su directiva, inicia un periplo que lo lleva a ocupar los banquillos del Cádiz y Deportivo, pero sus negocios hacen que ya regrese a Sevilla de manera definitiva.
Convertido en un sevillano más, a sus ochenta y seis años Juan Arza todavía seguía ejercitando su cuerpo y era habitual verle corriendo y estirando en las instalaciones del club de sus amores. En Junio de este mismo año, el presidente sevillista José María del Nido, le hizo entrega del primer "dorsal de leyenda" del Sevilla; merecidísimo homenaje al que ha sido el mejor jugador sevillista de todos los tiempos.
Un 17 de Julio de 2011, el gran Juanito Arza moría en Sevilla a los 88 años a causa de un cáncer. El mejor jugador de la historia del Sevilla lo seguirá siendo por tiempo indefinido a mi parecer, por mor de este asqueroso fútbol moderno donde el amor a una camiseta, en el 90 por ciento de los casos, no tiene nada que hacer ante la dictadura del dinero, la falta de escrúpulos de los representantes y la escasísima formación e inteligencia de buena parte de los futbolistas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Gaínza.


Agustín Gaínza Bikandi (Basauri 1922-1995).

Cualquier aficionado mayor de treinta años medianamente entendido sabe recitar de memoria la delantera más famosa del fútbol español. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza llevaron al Athletic de los años cincuenta a escribir las más brillantes páginas de su larga historia. Tal fue el impacto de este equipo que muchísimos chavales de la época, que ahora rondan los sesenta y setenta años se hicieron hinchas del Athletic; identificados sobre todo por la filosofía del club vasco, en contraposición a los otros equipos poderosos de la liga, que ya comenzaban a jugar con extranjeros -Di Stéfano en el Madrid o Kubala en el Barça-. De esta delantera mágica sobresalieron dos nombres. Telmo Zarra, que estará presente en un próximo capítulo, y nuestro protagonista, Piru Gaínza.
Se cuenta que el Gaínza más joven era un niño bastante apático y con poco apego al fútbol. Solía jugar de portero para no tener que correr y parece que no lo hacía mal del todo, pero por ser zurdo lo trasladaron desde la portería a jugar en la banda izquierda y así comenzó a gestarse la carrera del mejor extremo izquierdo del fútbol español en toda su historia.
Comenzó a destacar en el Basconia de tal manera que, con apenas diecisiete años, el Athletic lo fichó; debutando en Mendizorroza contra el Alavés e ir alternado con el filial y el primer equipo hasta su definitiva consolidacion en el mismo, en la temporada 41-42.
El joven Gaínza pronto se convirtió en indiscutible amo de la banda izquierda de San Mamés, cogiendo el relevo de "Bala Roja" Gorostiza, ya en el ocaso de su carrera; sin embargo, Gaínza era otro tipo de extremo. Gaínza no jugaba pegado a la cal como Gorostiza, sino que era más técnico. Aunaba velocidad, un dribbling prodigioso y una precisión sin igual en el centro; en cambio, Gorostiza era más veloz, bastante más goleador y físicamente más potente.
Aunque fue Panizo el primero en llegar de los "cinco magníficos", Gaínza era el capitán y el alma del equipo. Un equipo irrepetible que conquistó dos ligas -42/43 y 55/56- y siete copas, siendo el jugador que más copas ha conseguido. De todas estas copas, una de ellas, la ultima,de 1958, tiene una significación especial. En la final conocida como la de "los once aldeanos", el Athletic le ganó al Madrid de Di Stéfano en Chamartín en un partido memorable y heroico a todos los efectos. La Federación se negó a la petición del Athletic para que el partido se jugara en campo neutral y hasta Madrid llegaron miles de seguidores bilbainos para apoyar a su equipo. El Athletic ganó 2-0 con goles de Arieta I y Mauri. Di Stéfano fue literalmente secado por Etura y, como el propio crack argentino reconoció, el Athletic fue un justísimo ganador. Gaínza, como capitán, fue el encargado de recoger una vez más la Copa de manos de Franco, al que le espetó una auténtica bilbainada cuando le daba la mano. "Hasta el año que viene", le soltó Piru al dictador. Un equipo de once vascos, "once aldeanos" se había atrevido a ganarle al campeón de Europa, en su estadio y superando todas las adversidades posibles.
Con la selección española, Gaínza disputó 33 partidos marcando diez goles. De estos partidos destacan dos. Un amistoso contra Irlanda de donde le vendría el apodo de "El gamo de Dublín" y sobre todo, el partido frente a Inglaterra del Mundial de Brasil de 1950. En uno de los partidos más célebres de la selección española, Gaínza sirvió de cabeza el pase a Zarra para que éste marcara el gol que dejaba fuera a la "pérfida Albión" y clasificaba a España para disputar la fase final, que perdería ante Brasil. Tanto Zarra como Gaínza fueron elegidos en el once ideal de aquel mundial.
Pero quizás la hazaña más destacada de Piru Gaínza se produjo en 1947. Aquella temporada el Athletic vapuleaba 12-1 al Celta y nuestro protagonista marcó nada menos que ocho goles.
Justo una temporada después de la famosa final de los once aldeanos, Gaínza decidía colgar las botas, siendo el último en retirarse de aquella mítica delantera y actuando como puente de otra magnífica generación del Athletic, compuesta entre otros por Carmelo, Garay, Mauri, Maguregui, Arieta o Uribe. Veinte años vistiendo la zamarra rojiblanca y dando ejemplo de amor hacia unos colores.
Pocos años después de retirarse, Gaínza entrenó al Athletic desde 1965 a 1969, llegando dos veces a disputar la final de Copa y perdiendo ambas, pero con el honor de haber eliminado al Liverpool en la UEFA de 1968 Entrenador que gustaba del fútbol directo y de fuerza, procuró siempre inculcar a sus jugadores la misma humildad y campechanía que él llevaba a gala, haciendo todo lo posible para que tuvieran los pies en el suelo. Bajo su mando salieron jugadores como Iríbar, Txetxu Rojo o Javi Clemente.
De éste último fue su principal valedor cuando subió del filial a dirigir al primer equipo cuando apenas contaba treinta años. El Rubio de Barakaldo siempre agradeció los sabios consejos de Gaínza y su increíble capacidad como ojeador y se vanagloriaba de tenerlo como amigo. En un discreto segundo plano, fue en parte responsable de los éxitos cosechados por el Athletic en los años ochenta -Liga 82-83, 83-84 y Copa del 84- y artífice de la subida al primer equipo de jugadores como Goikoetxea, Liceranzu, Urtubi, Endika o Sarabia; y de la posterior generación de los Alkorta, Mendiguren, Urrutia, Garitano o Larrazábal.
El día de Reyes de 1995, Gaínza moría de un infarto en su casa de Basauri. Más de tres mil personas acudieron al funeral y muchas se quedaron sin poder entrar a la iglesia. En su pueblo, una de las principales calles lleva su nombre, la Piru Gaínza Kalea.