lunes, 15 de agosto de 2011

Futbolistas españoles de leyenda. Gento

Francisco Gento López (Guarnizo, Cantabria 1933. Madrid 2022) . En el fútbol, que duda cabe, lo único irrebatible son los resultados. Meros números que encumbran al éxito o abocan al fracaso. Salvavidas en forma de excusas a los que se agarran dirigentes para cesar entrenadores y salvar ellos su pellejo. Estadísticas que permanecen en el tiempo, en las hemerotecas y en la memoria de eruditos del balompié. Todo lo que queda fuera de las cifras es terreno abonado a la subjetividad, y de ella voy a echar mano para el presente post. Como si de la eterna dicotomía musical de Beatles o Stones se tratara, en este país tan dado a la bicefalia, el que para muchos es considerado el mejor extremo izquierdo español y uno de los mejores del mundo de todos los tiempos, no lo es para mí por una razón tan simple como la de decantarme por Gaínza para tal honor. No creo ser el único que piense así, aunque desde luego, sé que voy contra corriente, y como ya antes he mencionado, no se trata más que de una opinión personal y por ende, subjetiva. La pequeña población de Guarnizo vio nacer a Gento un 21 de Octubre de 1933. Como cualquier niño de la posguerra española, Gento hubo de abandonar los estudios a los catorce años para ayudar a su padre, camionero de profesión, tanto en su propio trabajo como en el cuidado de las vacas que tenían en una modesta parcela. Ya desde pequeño soñaba alguna vez con ser futbolista pero, como tipo humilde que dicen todos que es, jamás se le había pasado por la cabeza llegar donde llegó; él, como buen cántabro, sólamente aspiraba a triunfar en su Racing de Santander. Comenzó a jugar al fútbol en el Nueva Montaña, para rápidamente fichar por el Astillero, y de ahí al Rayo Cantabria. Una velocidad endiablada, en parte por el atletismo que también practicó de niño, fue su característica más reconocible. Con catorce años, jugando con el Astillero marcó nueve goles en un partido de Regional, hecho este que le valió para que el Rayo Cantabria, filial del Racing, lo fichara por tres mil pesetas, con un sueldo mensual de quinientas, que en plena posguerra, no era una cantidad ni mucho menos despreciable. En el Rayo Cantabria permanece tres años para, en 1953 subir al Racing, donde sólamente disputó ocho partidos. Por aquel entonces, el Madrid del todopoderoso Bernabéu, contaba en su directiva con un vicepresidente cántabro, Álvaro Bustamante, que tenía referencias de Gento, y que recomendó encarecidamente al mandamás blanco su fichaje; a pesar de que éste no la tenía todas consigo con el joven Gento, accedió a su petición y firmándole un contrato de cinco años a razón de veinticinco mil pesetas por temporada y cuatro mil de sueldo. Jamás podría imaginarse Bernabéu que aquel bisoño cántabro que acababa de contratar se convertiría en una auténtica leyenda, conocida en su época como la galerna del Cantábrico. Los primeros partidos no resultaron satisfactorios y las expectativas depositadas por Bustamante en su paisano comenzaban a desvanecerse. Gento, a pesar de poseer unas cualidades innatas para la carrera, esenciales en un extremo, no era precisamente un dechado de técnica y sus centros tampoco es que fueran precisos. Bernabéu comenzaba a impacientarse y a sopesar que este chaval no estuviera a la altura de los Di Stéfano, Muñoz o Zárraga. Se equivocó, felizmente para él y para el fútbol español. Todo cambió cuando el Madrid fichó a Héctor Rial. Con la llegada del elegante interior uruguayo, el juego impetuoso de Gento se fue atemperando, mejor dicho, Rial se encargó de encauzar esa velocidad incontrolada a través de pases medidos a la bota del extremo que, ahora ya sí, se transformaban en primorosos centros que eran aprovechados por los Di Stéfano, el propio Rial y posteriormente, Kopa y Puskas. El ariete magiar encontró en el joven extremo al socio ideal para explotar en el Madrid la vena goleadora que atesoraba y de la que venía precedido. No sería aventurado decir que a partir de Rial, Gento se hizo el dueño indiscutible de la banda izquierda del Madrid durante dieciocho temporadas en las que lo ganó absolutamente todo a nivel de clubes. En 1956 se crea la Copa de Europa, donde concurren los campeones de las ligas europeas más importantes y el Real Madrid se la adjudica al ganar 4-3 al Stade de Reims en París. A esta inicial Copa de Europa le seguirían otras cuatro más de forma consecutiva que hicieron del Madrid de los años cincuenta en el equipo de la década y uno de los mejores de la historia; y es que, por mucho que ahora se empeñen en tratar de igualar aquella irrepetible escuadra a base de ingentes millonadas, ni Cristiano Ronaldo, ni Özil, ni Benzema, ni ninguna hipotética figura que se le antoje fichar a Florentino Pérez podrá compararse con Di Stéfano, Puskas, Rial o Gento -si acaso Zidane es el único al que podría equipararse a estos fenómenos-, por no hablar del banquillo, donde tratar de establecer una comparación entre Mourinho y Miguel Muñoz es simplemente ultrajante. Mientras que el dominio del Madrid en Europa era abrumador, en los años cincuenta se sentaban las bases de lo que sería en la siguiente década un dominio apabullante en la competición doméstica, con Paco Gento como puente entre las dos décadas; entre el Madrid de Di Stéfano y el Madrid ye-ye. Este Madrid del que era capitán en 1966 cuando levantó la sexta Copa de Europa, disputada en Heysel y en la que los blancos ganaron 2-1 al Partizán de Belgrado, la que según el propio Gento dice, es de la que guarda mejor recuerdo y cuya alineación a las órdenes de Miguel Muñoz fue la siguiente: Araquistáin; Pachín, de Felipe, Sanchís; Pirri, Zoco; Serena, Grosso, Amancio, Velázquez y Gento. Amancio y Serena remontaron el gol inicial de Vasovic y se trajeron para las vitrinas blancas la sexta Copa de Europa de las nueve que actualmente atesoran los merengues. Gento, con este galardón se convirtió en el único futbolista en ganar seis Copas de Europa, esto unido a las doce Ligas, dos Copas y una Copa Intercontinental lo hacen ser el jugador del mundo más laureado a nivel de clubes, récord este que seguro permanecerá vigente durante unas décadas más. A pesar de su continuos éxitos en el Real Madrid que lo catapultaron rápidamente a la selección española- Gaínza necesitaba un relevo y quien mejor que Gento para ocupar la banda izquierda-, sus números aun no siendo malos, no alcanzan ni de lejos la magnitud de los logrados con su equipo. La selección no se clasificó para el Mundial de Suecia 58 y aunque sí lo hizo cuatro años más tarde en Chile, cayó en la primera fase, perdiendo contra Checolosvaquia y Brasil, que a la postre jugarían la final, y ganándole a México. Gento, internacional desde 1956, jugó en aquel Mundial junto a gente del calibre de Luis Suárez, Peiró o "Pancho" Puskas, nacionalizado español. Una vez más, España, con un gran equipo, caía en un Mundial a las primeras de cambio. No así dos años más tarde, cuando España acogía la fase final de la Eurocopa, para regocijo del franquismo que vio como en la final España ganaba a la Unión Soviética (el gran enemigo) por 2-1, con aquel celebérrimo gol de cabeza de Marcelino. Aunque Gento disputó la fase de clasificación, el seleccionador Villalonga prefirió para la fase final a Carlos Lapetra, integrante de aquel mágico Zaragoza de los sesenta, con Villa, Canario o el propio Marcelino, no obstante Gento continuó su periplo como internacional hasta 1969, con 44 entorchados y cinco goles. La de la temporada 68-69 fue la última de las doce Ligas de Paco Gento, y un año más tarde, ya en el ocaso de su carrera, levantó una de las dos Copas que tiene en su palmarés. Su retirada se produjo en 1971 tras una trayectoria inigualable en lo que a palmarés se refiere. Un año después se le tributó un homenaje coincidiendo con el 25º aniversario del estadio Santiago Bernabéu, que fue el segundo de los tres que se le han rendido -el primero fue aún en activo, en 1965 y el último en 2008, precisamente en un encuentro contra el Partizán, finalista de la sexta Copa de Europa-. Como tantos y tantos futbolistas que se retiran, a Gento también le picó el gusanillo de entrenar, pero tras pasar por los banquillos del Castilla, Castellón, Palencia y Granada sin mucho éxito. Entre los muchísimos galardones con que a Gento han premiado destacan las ocho medallas al Mérito deportivo, la Cruz de Isabel la Católica, la Cruz de Cisneros y la medalla de Madrid, además de ser el 31º mejor jugador del siglo XX según la Federación de Historia y Estadística del Fútbol, siendo el único español entre los cincuenta primeros. Actualmente Gento desempeña el cargo de Embajador del Madrid en Europa, rimbombante título que le permite viajar por ahí en representación del club blanco junto al gran Alfredo Di Stéfano, Presidente de Honor. Dos merecidos cargos para dos vestigios de lo que fue el Real Madrid en el pasado, tanto deportiva como institucionalmente hablando, que en la actualidad tan poco se asemeja y que han convertido al Madrid de ahora en un club riquísimo económicamente, pero paupérrimo en lo que a valores se refiere. Su ciudad de adopción lo vio morir hace unos pocos meses. En el recuerdo de las sucesivas generaciones, no sólo de madridistas, quedarán su nombre y su trayectoria grabadas a fuego.