jueves, 31 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Zarra.


Telmo Zarraonaindía Montoya (Erandio 1921-Bilbao 2006)

Si al español más absolutamente ignorante y lego en materia futbolística se le propusiera decir a bote pronto el nombre de un futbolista español de los considerados antiguos -en blanco y negro-, un amplísimo porcentaje de los encuestados respondería Zarra. Y es que el nombre de Zarra ha trascendido de mero futbolista a leyenda con mayúsculas, a auténtico fenómeno social que todo el mundo conoce y que ha perdurado y perdurará por siempre en el universo futbolístico ibérico. Si esta serie está dedicada a todos esos héroes balompédicos que engrandecieron el fútbol español de buena parte del siglo pasado, sería impensable que la piedra angular de todos ellos no figurara.
Telmo Zarraonaindía nació en el barrio erandiotarra de Asúa un 20 de Enero de 1921. Su padre era el jefe de estación de Erandio y Telmo fue el séptimo de nueve hermanos. El gusanillo del fútbol le llegó muy pronto, no en vano dos de sus hermanos se dedicaron también al balón. Tomás, su hermano mayor fue un más que aceptable portero del Arenas de Getxo; y otro de sus hermanos, Domingo, muerto en la Guerra Civil, actuaba de extremo.
En 1937, en plena guerra, su padre fue trasladado de Erandio a Mungia, y Telmo fichó por el Erandio con la oposición del progenitor, personaje hosco y avinagrado que decía que con dos hijos suyos dedicándose al fútbol ya tenía bastante. Afortunadamente, no hizo caso de las recomendaciones del padre.
Por aquel entonces, Zarra no era el arquetipo de ariete valeroso que fue después, incluso llegó a ser conocido como "Telmito el miedoso", por su poca determinación ante las defensas rivales. Él mismo admitía en alguna entrevista que al principio lo que le gustaba y se le daba bien era la suerte del regate, pero que hubo de decantarse por un juego racial y especializarse en el remate porque, palabras textuales, "un delantero no podía regatear en el área porque lo mataban".
Con el Erandio llegó a jugar en Segunda División en la temporada 39-40 y su buen hacer hizo que fuera seleccionado por Vizcaya para jugar un amistoso contra la selección guipuzcoana. En ese partido Vizcaya ganó 9-1 a Guipúzcoa y Zarra marcó siete goles, que de inmediato lo catapultaron a fichar por el Athletic por cuatro mil pesetas.
Tras la Guerra Civil, el Athletic quedó prácticamente desmantelado y urgía la necesidad de reclutar nuevos valores. Esto se consiguió ideando un torneo entre equipos vizcainos, con la particularidad de que, en cada equipo, hubiese al menos cinco componentes menores de diecisiete años. Así, chavales como Gaínza, Bertol y Panizo, a los que más tarde se unirían Iriondo y Zarra; rejuvenecieron al Athletic de los "supervivientes" Oceja, Unamuno y Gárate. Esta acertada política condujo al Athletic a conseguir uno de los equipos más laureados de su larga historia.
El debut de Zarra con la camiseta rojiblanca se produjo en Santander en un amistoso en la temporada 40-41. En esa misma temporada, Zarra debutó oficialmente en Liga en el campo de Mestalla, un 29 de Septiembre de 1940. El partido acabó con empate a dos y Zarra marcó los dos goles de su equipo. La alineación estaba compuesta por Etxeberría; Mieza,Oceja,Ortúzar; Jauregui,Bertol; Iriondo,Panizo,Zarra,Valle y Elices. En el transcurso de esta temporada, Zarra hubo de incoporarse a cumplir el servicio militar en Ceuta, por los que sólo disputó ocho partidos.
A la temporada siguiente el Athletic disputó la final de Copa ante el Barcelona, de triste recuerdo para nuestro protagonista. Se llegó al final del partido con empate, y en la prórroga Zarra falló un gol cantado delante del portero. Acto seguido, el Barça desnivelaba la balanza y se llevaba el trofeo. La siguiente fue de más provecho tanto para Zarra como para su equipo. El Athletic consiguió el doblete y Zarra le marcó al Madrid el único gol de aquella final de Copa. En Liga anotó dieciseis goles en diecisiete partidos.
Zarra fue un hombre bastante castigado por las lesiones debido a su posición en el campo y a su juego visceral, basado en el choque con los defensas contrarios y en el remate. En la temporada 43-44 sufre una fractura de clavícula en un choque con un defensa del Barcelona. No obstante, la lesión no le privó de disputar la final de Copa ante el Valencia y marcar el primero de los goles que le dieron el triunfo a su equipo. El segundo fue de Escudero, joven promesa bilbaina que falleció pocos años después en un accidente de aviación.
1945 fue un año agridulce para Telmo. Por un lado y como noticia positiva, el mítico Jacinto Quincoces, seleccionador nacional por aquel entonces, convocaba por primera vez a Zarra. El 11 de Marzo de 1945, en Lisboa, Zarra vistió por primera vez la zamarra roja. El resultado fue de empate a dos. También se proclamó por primera vez Pichichi de las seis veces que lo consiguió, marcando veinte goles en veintiseis partidos. La noticia negativa, en cualquier otro futbolista algo más que un simple dato estadístico, fue su expulsión -la única en su carrera, de ahí la trascendencia- en la final de Copa, otra vez con el Valencia como rival. El polifacético Pedro Escartín (jugador, entrenador, seleccionador nacional y árbitro) lo expulsó por una supuesta agresión al valencianista Álvaro. El propio Zarra contaba el lance en una entrevista: "El juego estaba parado tras un barullo. Álvaro estaba en el suelo y un compañero me dijo en broma que lo pisara. Yo hice, en broma, ademán de hacerlo, pero Escartín me vio...y a la caseta". Poco debía conocer Escartín a Telmo, porque si por algo se distinguió Zarra, aparte de por su facilidad rematadora y por su bravura, era por una nobleza sin límites. A pesar de la expulsión quedando cuatro minutos para el final, el Athletic acabó adjudicándose la Copa por 3-2 merced a un postrero gol de Rafa Iriondo.
Las temporadas 45-46 y 46-47 también vieron a Zarra coronarse como máximo goleador liguero, con 33 goles en 24 partidos en esta última. En la siguiente, una grave lesión en partido contra el Alcoyano lo mantuvo apartado buena parte de la temporada.
Pero si hay un año en la carrera de Zarra que lo ha marcado para la eternidad es 1950. En plena madurez futbolística vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga con la escalofriante cifra de 38 goles en 30 partidos. Aquel mismo año, el Athletic volvió a ganar la Copa tras años de sequía. El conjunto bilbaino ganó 4-1 al Valladolid y Zarra marcó los cuatro goles de su equipo. Semejante temporada le abría las puertas de par en par hacia el Mundial. El seleccionador Ignacio Eizaguirre le dio la titularidad desde el primer partido a pesar de que otro ariete de sus mismas características, el gran César, también viajó a Brasil. Zarra marcó tres goles en dicho Mundial, pero uno de ellos es, sin lugar a dudas, uno de los más famosos y repetidos en televisión de la Historia. Tras sendas victorias ante Estados Unidos y Chile, España afrontaba el tercer partido frente a uno de los favoritos al título. Tras una primera parte sin goles, pasados cuatro minutos de la segunda, la voz de Matías Prats resonaba en las pocas radios existentes en España cantando el celebérrimo gol de Zarra. Ramallets sacó en corto para Alonso, éste avanzó y centró a Gaínza que, también de cabeza, le puso el balón botando y cerca del área chica a Zarra, que aprovechó el bote para, con un remate sutil, mandarla lejos del alcance del portero inglés Williams. El resto del partido fue un recital de paradas de Ramallets. España se clasificó para la fase final donde perdió con Brasil y Suecia y empató contra Uruguay. Lo que sucedió después en la final ya es otra historia que cualquier buen aficionado al fútbol conoce de sobra.
Convertido en un héroe nacional, la trayectoria de Zarra siguió marcada por los goles y las lesiones. La más grave ocurrió en 1951 en el Metropolitano de Madrid. Montes, portero del Atlético, se lanza a por un balón a los pies de Zarra al mismo tiempo que éste inicia el salto para evitar lesionar al meta. El colchonero aprisiona involuntariamente la pierna de Zarra fracturándole tibia y peroné. Como consecuencia, Zarra se perdió toda la temporada que recién había comenzado. En la siguiente temporada Zarra vuelve a proclamarse Pichichi de la Liga por sexta vez, algo jamás igualado por nadie hasta ahora en la Liga. A estas alturas, Zarra ya cuenta con 32 años y muy castigado, va comenzando a salir de las alineaciones para ir dando paso a su relevo generacional, un fogoso ariete llamado Eneko Arieta, conocido como "el torito de Durango".
Aún en activo aunque muy cerca de la retirada, a Zarra se le rindió en el Bernabéu un homenaje en el que participaron coetáneos suyos de la talla de Di Stéfano, Puchades o Basora; aparte de compañeros suyos del Athletic como Piru Gaínza. Se cuenta que Zarra estaba tan emocionado de recibir ese homenaje que no pudo hablar con ninguno de sus compañeros. Él mismo contaba que es uno de los recuerdos de los que guarda más cariño.
Después de dejar el Athletic tras quince temporadas como profesional, Zarra jugó gratis durante dos temporadas más; primero en el Indautxu y después en el Barakaldo. "La mejor cabeza de Europa después de Churchill" como se le apodó, colgaba definitivamente las botas en 1957 con un palmarés impresionante. Una Liga en la temporada 42-43, cinco Copas en los años 43, 44, 45, 50 y 55; y una Copa Eva Duarte en el 50. A título personal Zarra ganó seis trofeos Pichichi y es el máximo goleador de la historia de la Primera División con 252 goles, máximo goleador en una temporada -ex aequo con Hugo Sánchez- con 38 goles, máximo goleador de la historia del Athletic con 333, máximo goleador de la historia de la Copa con 88, y jugador con más goles marcados en una final de Copa (los cuatro al Valladolid antes comentados).
A su retirada se desvinculó del mundo del fútbol y montó en Bilbao una tienda de deportes, pero seguían lloviéndole los homenajes. Entre ellos destacan la Medalla al Mérito Deportivo, la insignia de oro y brillantes del Málaga y el Botafumeiro de plata del Deportivo de La Coruña. Estos dos últimos en sendas acciones de proverbial nobleza del erandiotarra; cuando en ambas prefirió echar el balón fuera para que atendieran a un contrario lesionado a pesar de haber podido marcar en las dos. La del Málaga en una acción con su portero y la del Deportivo con un defensa.
Pero de todos estos homenajes y distinciones, sin duda el más emotivo fue el que -al fin- le rindió su Athletic en 1997. El último contrato que Zarra firmó como futbolista incluía 850.000 pesetas y un partido homenaje cuando se retirara. Tuvieron que pasar más de cuarenta años desde su retirada para que se produjera. Coincidieron en un restaurante bilbaino Zarra y José María Arrate, presidente del Athletic por aquel entonces, y éste último le habló de ese dinero y ese partido homenaje que por contrato estaba acordado. Zarra accedió -nunca reclamó ese dinero- y el Athletic se enfrentó a un combinado de jugadores de Primera División dirigido por Javier Clemente. En el palco, junto a él, se encontraban jugadores como Alfredo Di Stéfano, Kubala, Iriondo, Maguregui y Bert Williams, el portero inglés al que Zarra marcó su famoso gol. Ese mismo año Zarra fue recibido en audiencia por el Papa Juan Pablo II y por los reyes de España.
En 2006, en su casa de Bilbao, Zarra moría víctima de un infarto a los 85 años. Innumerables fueron las muestras de condolencia, no sólo del mundo futbolístico, sino también de políticos, periodistas y gente de la cultura; y se guardaron minutos de silencio, no sólo en San Mamés, también en numerosos estadios como el Camp Nou, el Bernabéu, La Rosaleda, el Sánchez Pizjuán
o Anoeta. Con Zarra se fue el goleador por antonomasia y la leyenda con letras de oro.

España-Inglaterra. Río de Janeiro 1950. Alineación española: Ramallets; Alonso,Parra,Gonzalvo II; Gonzalvo III,Puchades; Basora,Igoa,Zarra,Panizo y Gaínza.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Ramallets.


Antoni Ramallets i Simón (Barcelona 1924-Vilafranca del Penedès 2013).

El Barcelona de la década de los 50 no sería nada sin la presencia de Laszi Kubala; pero más allá de la alargada sombra del magiar, tampoco se entendería el Barça de la época sin la sobria estampa de un hombre siempre de riguroso negro, que defendió la portería azulgrana durante nada menos que quince temporadas.
El muy popular barrio de Gràcia barcelonés vio nacer y dar las primeras patadas al balón a este espigado chaval de negra cabellera y gesto adusto y sereno. Tenía muy claro que quería ser portero de fútbol y, como no se le daban bien los estudios, empezó a trabajar a los quince años en la fábrica Casacuberta, a la misma vez que defendía la portería del modesto club Racing de Guinardó. En uno de estos partidos, un dirigente del Europa -histórico club de Barcelona que disputó la primera Liga- le hizo su primera ficha profesional, doscientas pesetas mensuales.
El obligado cumplimiento del servicio militar lo llevó hasta San Fernando. Con el equipo de la Base Naval conquistó el subcampeonato de España de la Marina, lo que le llevó hasta Palma de Mallorca, en cuyo equipo jugó dos temporadas en Segunda División (1944 a 1946).
La trayectoria en el conjunto bermellón no pasó desapercibida para el "Mago" Josep Samitier, por aquel entonces secretario técnico del Barcelona. Samitier, responsable de los fichajes de César y Kubala, había puesto los ojos en aquel joven de agilidad felina bajo palos y lo fichó para la temporada 46-47. El Mago pocas veces se equivocaba y esta vez tampoco lo hizo; sin embargo, la portería del Barça estaba magníficamente cubierta por Velasco, por lo que fue cedido al Valladolid para que siguiera fogueándose. Los pucelanos estaban en Tercera, y ya con Ramallets en la portería consiguieron el ascenso a Segunda. Sólo era cuestión de tiempo que se hiciera con la titularidad de la portería del Barcelona.
Ya repescado del Valladolid, Ramallets no tenía más remedio que mirar desde el banquillo las evoluciones de su equipo. Velasco se encontraba en un excelente estado de forma y logicámente, la titularidad era suya...hasta que ocurrió lo inesperado. Se disputaba en Vigo un Celta-Barcelona, y en un lance del partido, el guardameta Velasco se lanzó a los pies de un delantero celtiña, con tan mala fortuna que le provocó una lesión ocular -desprendimiento de retina- que casi lo retiró de la práctica del fútbol. A partir de esa desafortunada acción nacería el mito. Corría la temporada 48-49 y el Barcelona se proclamaría campeón de Liga.
Con Velasco en el dique seco, la temporada siguiente fue la de su consagración. El Barça acabó quinto aquella temporada, pero las magníficas actuaciones del joven meta se hicieron acreedoras a un premio. ¡Y qué premio!. El seleccionador español Guillermo Eizaguirre se lo llevó al Mundial de Brasil como portero suplente de otro Eizaguirre (Ignacio), indiscutible titular del Valencia y de la selección. El joven Ramallets había dejado fuera de la convocatoria a porteros de la talla del bilbaino Lezama o del magnífico Juan Acuña, arquero del Deportivo de la Coruña.
Aquel mundial significó la mejor clasificación de España jamás en una cita mundialista, pero también el momento cumbre de Ramallets, así como de casi todo el resto de integrantes del plantel. Como he comentado anteriormente, Ramallets partía como guardameta suplente, y de no haber sido por la lesión -involuntariamente otra lesión vuelve a marcar su carrera- de Eizaguirre, Ramallets habría sido un magnífico portero, pero no un mito. El primer partido contra Estados Unidos lo jugaría Eizaguirre, pero en el resto, incluido el famoso contra Inglaterra; sería Ramallets el portero de la selección, con actuaciones tan portentosas que fue nombrado mejor portero de aquel Mundial. Sus reflejos felinos, no exentos de sobriedad y sangre fría, le hicieron ganarse el apodo de "El gato de Maracaná", sobrenombre que, en su caso, más bien parece su segundo apellido, de utilizado que ha sido.
A la vuelta de Brasil, el Barcelona gana la Copa de 1951 como prolegómeno a la que sería la temporada con mayúsculas del equipo azulgrana hasta este año 2009. La temporada 51-52 es la archifamosa temporada de las cinco copas (Liga, Copa, Copa Latina, Copa Eva Duarte y Copa Martini-Rossi). En ese equipo, además de Ramallets figuraban cracks como Kubala, Biosca, Sagarra, Gonzalvo III, César o Basora. Tras aquel any triunfant, se volvió a hacer doblete en la temporada siguiente, aunque se sucedieron tres temporadas de sequía hasta la consecución de la Copa de 1957. El nacimiento de la Copa de Ferias en 1958 tuvo en el Barcelona a su primer campeón, para en 1960 volverla a ganar. En ambas, la participación de Ramallets fue decisiva en un Barcelona donde poco a poco los Basora, César o Gonzalvo III iban retirándose para dar paso a Vergés, Gensana, Suárez, Kocsis o Czibor. En ese Barça a caballo entre dos décadas sólo permanecían Kubala y él.
La consecución del título de Liga de la temporada 58-59 le dio la oportunidad al Barcelona de participar por primera vez en la Copa de Europa, máxima competición continental; competición que desde su inicio en 1956, dominaba insultantemente el Madrid de los Di Stéfano, Puskas y Gento. La primera participación del Barça se saldó con una eliminación en semifinales. Pero se ganó la Liga y al año siguiente se volvió a intentar el asalto a la hegemonía madridista en Europa. Como campeón de la edición anterior, el Real Madrid también participaba; y el destino quiso que los dos grandes enemigos se cruzaran en octavos. El Barça eliminó a los madridistas tras empatar en el Bernabéu y ganar 1-0 en el Camp Nou. Se eliminó en semifinales al Hamburgo tras partido de desempate y finalmente, se llegaba a la final, disputada en Berna. El rival era el Benfica del gran Eusebio. Aquel 31 de Mayo de 1961 constituye una de las fechas más amargas en la historia del Barça, y el partido más desafortunado de Ramallets como blaugrana. De los tres goles portugueses, dos fueron tras fallos del excelente guardameta. Pero sería injusto hacerle responsable de la derrota. Esa final es más conocida como la "final de los postes", por los tres tiros a la madera del Barcelona. Con 1-3 para el Benfica en el descanso, Kocsis, Kubala y Evaristo dispararon por tres veces al palo de los benfiquistas. Desde ese partido, los postes dejaron de ser cuadrados para pasar a ser redondos, como actualmente siguen siendo.
Ese partido precipitó la retirada del extraordinario portero catalán, que se produjo en 1962. Una vez retirado, entrenó al Valladolid y al Zaragoza. Al club pucelano lo llevó hasta la cuarta posición en la temporada 63-64, en la que es la mejor clasificación del Valladolid en toda su historia. Después permaneció varias temporadas en el staff técnico del Barcelona, para después desvincularse completamente del fútbol al entrar a trabajar en una entidad bancaria, donde se jubiló. El mejor portero de la historia del Barça y uno de los tres mejores porteros españoles de todos los tiempos lleva una vida apacible, sólo alterada por alguna esporádica entrevista en la que hace gala de su sabiduría futbolística y su señorío.
El Gato de Maracaná consiguió, siempre con el Barça, seis Ligas, cinco Copas y dos Copas de Ferias; además de cuatro trofeos Zamora y la Medalla al Mérito Deportivo. Con la selección española disputó 35 partidos, desde 1950 hasta 1961, siendo su principal logro el famoso cuarto puesto del Mundial de Brasil, donde fue tan decisivo como Telmo Zarra.
Retirado de los banquillos, Ramallets se dedicó la última parte de su existencia a llevar una vida tranquila, aunque de vez en cuando se le requería para alguna colaboración que otra, principalmente reportajes glosando su figura. En uno de ellos, el actual guardameta culé, Víctor Valdés, otro mito blaugrana por trayectoria y palmarés, tuvo la oportunidad de conocer al Gato, quedando en su recuerdo marcado el momento, como él mismo, modesta y agradecidamente reconoce.
Ya enfermo de cáncer, en 2012 enviuda, lo que acaba por convertirse en el principio del fin de su vida. La muerte de su mujer lo deja muy tocado anímicamente y provoca que su enfermedad se agrave, precipitándose todo hasta que un 30 de Julio del año siguiente, en un hospital de Vilafranca del Penedès, el mejor portero de la historia del Barça, que ya es mucho decir, fallece.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Puchades.


Antonio Puchades Casanova (Sueca 1925-2013).

El Campeonato del Mundo de 1950 supuso la vuelta a la normalidad en el universo futbolístico tras la Segunda Guerra Mundial y la segunda gran hazaña de la selección española. Lejos quedaban ya la plata de Amberes y la muy notable participación en el Mundial de 1934. La Guerra Civil dejó el país sumido en la oscuridad y la pobreza más absolutas; y el viejo método romano de pan y circo para contentar al pueblo, se quedó sólo en circo para la mayoría de los españoles de la posguerra que no habían muerto o permanecían encarcelados por el dictador Franco. El fenomenal cuarto puesto conseguido en el Mundial de Brasil -aún sigue siendo la mejor clasificación- ayudó al común de los españolitos a evadirse un poco de su triste realidad y los jugadores de la selección pasaron a ser auténticos ídolos para un país ávido de ilusiones, por pequeñas que éstas fuesen. De aquella mítica selección española de los Zarra, Basora, Gaínza; que se llevaron la fama, destacó también un jugador que por su demarcación en el terreno de juego pasaba más desapercibido para el aficionado, pero cuya labor fue crucial en aquel campeonato. Este jugador era Tonico Puchades.
Corría el año 1946 cuando Monzó, mediocampista titular en ese Valencia, cayó lesionado. El entrenador valencianista Pasarín hubo de llamar a un joven del filial para completar el equipo en el partidillo de entrenamiento. En medio del barrizal en el que se había convertido el campo de entrenamiento a causa de la lluvia, el joven Puchades se salió. Sorprendido el entrenador del rendimiento en un terreno tan adverso para la práctica del fútbol, Puchades le respondió diciendo que él estaba acostumbrado por haber trabajado desde siempre en los arrozales de su pueblo, ya que procedía de una humilde familia de labradores. Convencido de las habilidades de su joven pupilo, Pasarín le hizo debutar ese mismo domingo, en Vigo, donde como no podía ser menos, llovió a cántaros. Esa misma temporada, el Valencia se proclamaría campeón de Liga y Puchades disputó cuatro partidos, pues alternaba su presencia en el primer equipo con el filial.
Desde entonces y hasta 1957, Puchades permaneció en su Valencia, donde rápidamente se ganó la titularidad, que hasta su retirada no abandonaría. Dotado de un físico inusual en un español de la época, tanto por su altura y potencia como por su pelo rubio que le hizo ganarse el apodo de "El sueco" (por su aspecto de extranjero y por ser de Sueca); Puchades formó una intratable pareja en el mediocampo con el vasco Pasieguito, que en los setenta y ochenta entrenó al Valencia. Ambos se complementaban a las mil maravillas; Pasieguito, muy técnico, dirigía el juego che con maestría, mientras que Puchades hacía el trabajo duro, pero ¡cómo lo hacía!. En la Valencia de los cincuenta corría un dicho popular que decía "lucía Pasiego y se mataba Puchades". La frase en cuestión hace pensar que Puchades era un tronco, pero ni mucho menos. No era un dechado técnico, pero tampoco andaba escaso de ella, simplemente que a él le tocaba desempeñar la labor más ingrata; la lucha incansable, la recuperación de balones y guardar las espaldas del talentoso Pasieguito. Es, de hecho, el precursor por excelencia en España de lo que luego se ha denominado como mediocentro defensivo o pivote defensivo; muy al estilo de lo que, en su mismo equipo, hace David Albelda; aunque por supuesto, con muchísima más calidad y nobleza; ésto último sobre todo.
El palmarés de Tonico no es corto. Siempre con el conjunto che, participó en la consecución de las Copas de 1949 y 1954, ganadas 0-1 al Athletic y 0-3 al Barcelona y fue subcampeón de la misma en las ediciones de 1946 (3-1 para el Madrid) y 1952 (4-2 para el Barça, con prórroga incluida). También, aunque de manera testimonial fue campeón de la Liga 46-47 y subcampeón en la 47-48, 48-49 y 52-53.
Pero es en la selección española y, especialmente, en ese Mundial de Brasil, donde Puchades brilló con luz propia. Debutó en Portugal un 20 de Marzo de 1949, siendo prácticamente fijo en todas las convocatorias hasta 1954, con un total de veintitrés partidos jugados. En los seis partidos que España hubo de jugar en Brasil, Puchades destacó tanto o más que el paquete de delanteros (permítaseme el símil rugbístico). Haciendo pareja en el mediocampo con el exquisito Gonzalvo III, Puchades fue nombrado mejor centrocampista defensivo del mundial a raíz, sobre todo de su descollante actuación en el famoso partido contra Inglaterra, anulando por completo el mediocampo inglés; donde figuraba la mítica leyenda Stanley Matthews, nombrado Sir dos años más tarde.
En 1957, a los treinta y tres años, una ciática lo retiró del fútbol. Dos años más tarde, el Valencia le rindió un partido homenaje y toda Valencia se colapsó, según cuentan las crónicas, para presenciar el último partido de Tonico; el sencillo hombre de Sueca que se convirtió por méritos propios en uno de los mejores jugadores que ha dado la Comunidad Valenciana.
Muy apegado a su pueblo y a sus costumbres, una vez retirado del fútbol nunca quiso ser más que un simple aficionado, alejándose de los banquillos y dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de su finca; y los domingos que hay partido en Mestalla, acudiendo a su localidad de primera fila.
Puchades murió en paz en su pueblo un día de primavera del nefasto 2013. Con él se va el paradigma del futbolista humilde y sencillo; a años luz de lo que por estos tiempos se estila.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Arza.


Juan Arza Íñigo (Estella 1923-Sevilla 2011).

Uno de los equipos que menos acusó la Guerra Civil fue el Sevilla. En 1939 volvieron a jugarse Liga y Copa tras el obligado parón. No quedaban lejanos los ecos de la Copa de 1935 ganada brillantemente al Sabadell; aquella de los Eizaguirre, Torróntegui y Campanal I, cuando en 1939 se proclamó Campeón de la primera Copa del franquismo, una de las ediciones más tramposas, si no la que más, donde en la final vapuleó 6-2 al ¡¡¡Racing de Ferrol!!!. Si se es un poco perspicaz se adivinará por qué califico a esta edición copera de tramposa. No se entiende desde un punto de vista lógico como un equipo como el Ferrol pudo llegar tan lejos en una competición si no es porque Franco era ferrolano.
En aquel año mágico del sevillismo no sólo se ganó la Copa, sino que en Liga acabaron segundos y a un sólo punto del ganador, el Atlético Aviación. Buena "culpa" de tales éxitos la tuvo su delantera. López, Pepillo, Campanal I, Raimundo y Berrocal fueron conocidos como la delantera "stuka", nombre muy poco apropiado en honor de los Stukas; cazabombarderos nazis que resultaron de gran ayuda para que el bando fascista ganara la Guerra Civil. Esta famosa y temida delantera fue responsable de goleadas escandalosas como el 11-1 al Barcelona o el 10-3 al Valencia, ambas en la temporada 40-41, temporada en la que el Sevilla acabó quinto, a siete puntos del Atlético Aviación, pero con setenta goles a favor en veintidós partidos.
Los Stukas jugaron juntos por última vez en la temporada 42-43, siendo subcampeones por detrás del Athletic. Al progresivo desmantelamiento de la famosa delantera le siguió un lógico declive que desembocó en un muy mediocre décimo puesto en la temporada 44-45. Un año antes, el Sevilla había puesto los ojos en un joven navarro que jugaba en el Málaga y que respondía al nombre de Juanito Arza.
El joven Arza se inició en el fútbol destacando en el equipo de su pueblo, el Izarra. Un comerciante con contactos en Barcelona se queda asombrado con él y le propone viajar hasta la Ciudad Condal para realizar unas pruebas con el Español, pero Juanito se siente muy solo en Barcelona y vuelve a Estella, para acabar poco después enrolándose en el Alavés. En el conjunto vitoriano realiza una gran temporada, hecho que no pasa desapercibido para equipos como el Real Madrid y el Athletic, que se fijan en las cualidades del chaval y lo quieren fichar. Finalmente se decide por el Athletic, que le ofrece cinco mil pesetas como adelanto pero; a última hora, el Málaga le ofrece veintisiete mil pesetas por dos años y recala en el club costasoleño, que intentaba el asalto a la primera división. El conjunto blanquiazul no sólo no logra subir, sino que acabaría bajando a tercera. Numerosos clubes de primera división se pelean por hacerse los servicios de Arza, pero es finalmente el Sevilla quien se haría con el navarro por 280.000 pesetas, dos partidos amistosos con la recaudación íntegra para el Málaga y la posibilidad de cesión de jugadores. Su gran calidad y lo costoso del fichaje hizo que en Nervión se le conociera como "el niño de oro". En 1943, con veinte años recién cumplidos, Arza es fichado con la intención de hacer olvidar a los míticos Stukas.
En su debut con el Sevilla, Arza le hece tres goles al Sabadell, y en la jornada siguiente, dos al Madrid en Chamartín. Aquella temporada el Sevilla acabaría tercero y Arza comenzaba a ser idolatrado por la hinchada sevillista.
Pero es en la temporada 45-46 cuando el Sevilla consigue uno de sus mayores éxitos, sólo superado por las recientes conquistas de la UEFA de 2006 y 2007, al lograr el campeonato de Liga. El gol de Araújo en Les Corts le dio al Sevilla el punto que necesitaba para ganar su, hasta ahora, único campeonato liguero. Juanito Arza disputa todos los partidos de esa temporada y marca catorce goles, siendo pieza fundamental en la consecución del campeonato. En la temporada siguiente a Arza le llueven las ofertas. Madrid, Barcelona, San Lorenzo de Almagro y River Plate pugnan por hacerse con sus servicios. Los gallinas llegan a ofrecerle 800.000 pesetas, pero El niño de oro prefiere quedarse en Nervión; donde en 1948 marca uno de los goles en la final de Copa que el Sevilla gana 4-1 al Celta. Esta época dorada del Sevilla de Juan Arza se cierra con el subcampeonato de la Liga 56-57 y su posterior participación en la Copa de Europa, donde los palanganas llegaron a los cuartos de final. Anteriormente, el Sevilla sería subcampeón de nuevo en la 50-51 y subcampeón de Copa en 1955, final ésta en la que fue derrotado por el Athletic por 1-0. Durante dieciseis temporadas, Juanito Arza defendió la camiseta sevillista, marcando 182 goles, cifra ésta aún no superada por ningún otro jugador. Fue dos veces internacional con la selección española y ganó un trofeo Pichichi en la temporada 54-55 al marcar 28 goles.
Ambidiestro, físicamente portentoso y con un regate letal por ambos perfiles, no son de extrañar sus registros goleadores a pesar de no ser delantero; porque Arza era interior, pero con una proyección ofensiva y una llegada tremendas; hasta el punto que dos de sus entrenadores, el irlandés Patrick O'Connell -también técnico del Betis que ganó la Liga- y "el Mago" Helenio Herrera le dejaban jugar por donde quisiera, al estilo de algunos dieces brasileños (Pelé, Rivaldo, Djalminha o Ronaldinho por citar algunos).
En 1959 se retira en el Almería y vuelve a Sevilla para dedicarse a su familia y a sus negocios -regentaba una tienda de deportes "Deportes Arza" junto a su hermano-, pero lo compagina con habituales y recurrentes llamadas del club sevillista para hacerse cargo del banquillo en situaciones comprometidas. Hasta cuatro veces hubo de sentarse en el banquillo para salvar al Sevilla del descenso, consiguiéndolo tres veces y ascendiendo al equipo en la temporada 68-69. Harto de ser el salvavidas del Sevilla y de la ingratitud de sus dirigentes, Arza acepta una oferta del Celta. En el club olívico permanece hasta la temporada 72-73, llevándolo incluso a disputar la Copa de la UEFA en la temporada 70-71, tras quedar en una meritoria sexta plaza en la competición doméstica. Tras volver una vez más al Sevilla y, una vez más, decepcionado con su directiva, inicia un periplo que lo lleva a ocupar los banquillos del Cádiz y Deportivo, pero sus negocios hacen que ya regrese a Sevilla de manera definitiva.
Convertido en un sevillano más, a sus ochenta y seis años Juan Arza todavía seguía ejercitando su cuerpo y era habitual verle corriendo y estirando en las instalaciones del club de sus amores. En Junio de este mismo año, el presidente sevillista José María del Nido, le hizo entrega del primer "dorsal de leyenda" del Sevilla; merecidísimo homenaje al que ha sido el mejor jugador sevillista de todos los tiempos.
Un 17 de Julio de 2011, el gran Juanito Arza moría en Sevilla a los 88 años a causa de un cáncer. El mejor jugador de la historia del Sevilla lo seguirá siendo por tiempo indefinido a mi parecer, por mor de este asqueroso fútbol moderno donde el amor a una camiseta, en el 90 por ciento de los casos, no tiene nada que hacer ante la dictadura del dinero, la falta de escrúpulos de los representantes y la escasísima formación e inteligencia de buena parte de los futbolistas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. Gaínza.


Agustín Gaínza Bikandi (Basauri 1922-1995).

Cualquier aficionado mayor de treinta años medianamente entendido sabe recitar de memoria la delantera más famosa del fútbol español. Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza llevaron al Athletic de los años cincuenta a escribir las más brillantes páginas de su larga historia. Tal fue el impacto de este equipo que muchísimos chavales de la época, que ahora rondan los sesenta y setenta años se hicieron hinchas del Athletic; identificados sobre todo por la filosofía del club vasco, en contraposición a los otros equipos poderosos de la liga, que ya comenzaban a jugar con extranjeros -Di Stéfano en el Madrid o Kubala en el Barça-. De esta delantera mágica sobresalieron dos nombres. Telmo Zarra, que estará presente en un próximo capítulo, y nuestro protagonista, Piru Gaínza.
Se cuenta que el Gaínza más joven era un niño bastante apático y con poco apego al fútbol. Solía jugar de portero para no tener que correr y parece que no lo hacía mal del todo, pero por ser zurdo lo trasladaron desde la portería a jugar en la banda izquierda y así comenzó a gestarse la carrera del mejor extremo izquierdo del fútbol español en toda su historia.
Comenzó a destacar en el Basconia de tal manera que, con apenas diecisiete años, el Athletic lo fichó; debutando en Mendizorroza contra el Alavés e ir alternado con el filial y el primer equipo hasta su definitiva consolidacion en el mismo, en la temporada 41-42.
El joven Gaínza pronto se convirtió en indiscutible amo de la banda izquierda de San Mamés, cogiendo el relevo de "Bala Roja" Gorostiza, ya en el ocaso de su carrera; sin embargo, Gaínza era otro tipo de extremo. Gaínza no jugaba pegado a la cal como Gorostiza, sino que era más técnico. Aunaba velocidad, un dribbling prodigioso y una precisión sin igual en el centro; en cambio, Gorostiza era más veloz, bastante más goleador y físicamente más potente.
Aunque fue Panizo el primero en llegar de los "cinco magníficos", Gaínza era el capitán y el alma del equipo. Un equipo irrepetible que conquistó dos ligas -42/43 y 55/56- y siete copas, siendo el jugador que más copas ha conseguido. De todas estas copas, una de ellas, la ultima,de 1958, tiene una significación especial. En la final conocida como la de "los once aldeanos", el Athletic le ganó al Madrid de Di Stéfano en Chamartín en un partido memorable y heroico a todos los efectos. La Federación se negó a la petición del Athletic para que el partido se jugara en campo neutral y hasta Madrid llegaron miles de seguidores bilbainos para apoyar a su equipo. El Athletic ganó 2-0 con goles de Arieta I y Mauri. Di Stéfano fue literalmente secado por Etura y, como el propio crack argentino reconoció, el Athletic fue un justísimo ganador. Gaínza, como capitán, fue el encargado de recoger una vez más la Copa de manos de Franco, al que le espetó una auténtica bilbainada cuando le daba la mano. "Hasta el año que viene", le soltó Piru al dictador. Un equipo de once vascos, "once aldeanos" se había atrevido a ganarle al campeón de Europa, en su estadio y superando todas las adversidades posibles.
Con la selección española, Gaínza disputó 33 partidos marcando diez goles. De estos partidos destacan dos. Un amistoso contra Irlanda de donde le vendría el apodo de "El gamo de Dublín" y sobre todo, el partido frente a Inglaterra del Mundial de Brasil de 1950. En uno de los partidos más célebres de la selección española, Gaínza sirvió de cabeza el pase a Zarra para que éste marcara el gol que dejaba fuera a la "pérfida Albión" y clasificaba a España para disputar la fase final, que perdería ante Brasil. Tanto Zarra como Gaínza fueron elegidos en el once ideal de aquel mundial.
Pero quizás la hazaña más destacada de Piru Gaínza se produjo en 1947. Aquella temporada el Athletic vapuleaba 12-1 al Celta y nuestro protagonista marcó nada menos que ocho goles.
Justo una temporada después de la famosa final de los once aldeanos, Gaínza decidía colgar las botas, siendo el último en retirarse de aquella mítica delantera y actuando como puente de otra magnífica generación del Athletic, compuesta entre otros por Carmelo, Garay, Mauri, Maguregui, Arieta o Uribe. Veinte años vistiendo la zamarra rojiblanca y dando ejemplo de amor hacia unos colores.
Pocos años después de retirarse, Gaínza entrenó al Athletic desde 1965 a 1969, llegando dos veces a disputar la final de Copa y perdiendo ambas, pero con el honor de haber eliminado al Liverpool en la UEFA de 1968 Entrenador que gustaba del fútbol directo y de fuerza, procuró siempre inculcar a sus jugadores la misma humildad y campechanía que él llevaba a gala, haciendo todo lo posible para que tuvieran los pies en el suelo. Bajo su mando salieron jugadores como Iríbar, Txetxu Rojo o Javi Clemente.
De éste último fue su principal valedor cuando subió del filial a dirigir al primer equipo cuando apenas contaba treinta años. El Rubio de Barakaldo siempre agradeció los sabios consejos de Gaínza y su increíble capacidad como ojeador y se vanagloriaba de tenerlo como amigo. En un discreto segundo plano, fue en parte responsable de los éxitos cosechados por el Athletic en los años ochenta -Liga 82-83, 83-84 y Copa del 84- y artífice de la subida al primer equipo de jugadores como Goikoetxea, Liceranzu, Urtubi, Endika o Sarabia; y de la posterior generación de los Alkorta, Mendiguren, Urrutia, Garitano o Larrazábal.
El día de Reyes de 1995, Gaínza moría de un infarto en su casa de Basauri. Más de tres mil personas acudieron al funeral y muchas se quedaron sin poder entrar a la iglesia. En su pueblo, una de las principales calles lleva su nombre, la Piru Gaínza Kalea.

martes, 24 de noviembre de 2009

Futbolistas españoles de leyenda. César.


César Rodríguez Álvarez (León 1920-Barcelona 1995).

El fin de la Guerra Civil española supuso un empezar de cero para, prácticamente, la totalidad de los clubes. Especialmente perjudicados fueron los equipos catalanes y vascos, pero quien más quien menos, todos sufrieron la pérdida de algún jugador, ya fuera por motivo de exilio o, directamente por muerte en combate. Enormemente dolorosa resultó ser la situación del Barcelona. En 1936 su presidente Josep Sunyol fue fusilado al internarse por error en zona nacional, cerca de Guadalajara, cuando se dirigía en coche a Madrid; en 1937 el Barcelona recibía una invitación para jugar una serie de partidos amistosos en México, que tuvieron su continuación en otros cuatro en Nueva York. De los veinte expedicionarios que zarparon de Barcelona sólo volvieron ocho. Durante la contienda, en 1938, murió el blaugrana Ángel Arocha, que combatía en el bando nacional.
Ante semejante panorama, el Barça se vio obligado a resurgir de sus cenizas. Con un equipo descabezado, a punto estuvo de disputar la promoción de descenso la temporada 39-40 que ganó el Atlético Aviación -la del reinicio de la Liga-; aunque peor fueron las cosas en la 41-42, donde sí hubo de jugarse la permanencia contra el Murcia, permanencia que se acabó consiguiendo.
En esa misma aciaga temporada, el Barcelona recuperó del Granada a un joven delantero que fichó dos años antes del Frente de Juventudes de León y por el que pagó mil pesetas. Su nombre era César Rodríguez.
Cuando el Barça fichó a César sólo contaba diecisiete años y al año siguiente (1940) fue llamado a filas, tocándole realizar el servicio militar en Granada, donde alternó sus obligaciones castrenses con su participación en el Granada Club de Fútbol que por primera vez ascendió a la máxima categoría.
Ya de pleno derecho en la disciplina azulgrana, César adquirió el mismo tono grisáceo de sus compañeros de la primera mitad de los cuarenta, bajo la presidencia del Marqués de la Mesa de Asta, que no se mitigó ni con la consecución de la Copa de 1942.
1944 fue un año clave en la historia del Barcelona y de César en particular. Tras volver de su periplo en Francia y tras permanecer unos años apartado de cualquier actividad por ser republicano, Josep Samitier -el mejor jugador de la historia del Barça con permiso de Kubala, Guardiola o Luis Suárez (omito deliberadamente a Johan Cruyff)- se hace cargo del banquillo azulgrana. El Mago le dio un aire nuevo a un equipo abúlico con un halo permanente de fracaso y le devolvió la ilusión del triunfo; consiguiendo la Liga ganando en la penúltima jornada 5-2 al Athletic, con el 5-0 al Madrid de Bernabéu como victoria más significativa. De la mano de Samitier, la segunda edad de oro del Barça había comenzado.
No se entiende la figura de César sin Samitier. Su primera temporada coincide con la explosión como goleador del leonés. 15,11 y 10 goles fueron el bagaje de César durante las tres temporadas que Samitier permaneció en el banquillo. Con el relevo de Samitier por el uruguayo Enrique Fernández, las cifras goleadoras de César continuaron engordando, así como con los sucesivos entrenadores que dirigieron al Barcelona, entre ellos ilustres como Fernando Daucik; llegando a marcar 29 goles en 24 partidos en la temporada 50-51, temporada en la que el Barcelona acabó cuarto. A pesar de su regularidad goleadora en las quince temporadas que permaneció en el Barça, "el Pelucas" -apodo por el que se le conocía debido a su galopante alopecia- sólo se proclamó máximo goleador en una sola ocasión, en la temporada 48-49, con 28 goles. Hay que matizar que César tuvo la "mala suerte" de coincidir al principio de su carrera con nueves como Pruden y Mundo; y después con el mejor delantero centro de la historia de España: Don Telmo Zarraonaindía.
Implacable cabeceador, César además destacó por su golpeo con las dos piernas y su elegancia de movimientos. Cronológicamente, César fue el primero de aquella mágica delantera constituida por él mismo, Basora, Kubala, Moreno y Manchón; la delantera del Barça de las Cinco Copas de la década de los cincuenta; las tres primeras consecutivas 51,52 y 53. El palmarés de nuestro protagonista se completa con la consecución de cinco Ligas (44-45,47-48,48-49,51-52 y 52-53) y doce internacionalidades con la selección, siempre tras la alargadísima sombra de Zarra.
La temporada 54-55 fue la última de César en el Barcelona. El poco tacto que italiano Puppo tuvo con el delantero, al que daba por acabado, precipitó su salida por la puerta de atrás, algo que sin duda no merecía. El tal Puppo sólo permaneció en el club esa temporada al acabar segundo a cuatro puntos del Madrid. Le sustituyó en el banquillo otra leyenda azulgrana: el mítico portero húngaro Franz Platko, al que Alberti dedicó un famoso poema.
César regresó a su tierra para jugar un año en la Cultural Leonesa y acabar su carrera como futbolista en 1958 en el Elche. Entre medias un breve paso por el fúbol francés defendiendo los colores del Perpignan.
Como entrenador dirigió al Barcelona en 1963, dimitiendo a la temporada siguiente tras ser multado por la directiva junto al resto de la plantilla por un partido desastroso ante el Levante. Volvió en 1980 como segundo entrenador del Barça con su antiguo compañero y gran amigo Kubala, pero el húngaro fue cesado y sustituido por Helenio Herrera. Retirado definitivamente de todo lo relacionado por el fútbol, César moría el 1 de Marzo de 1995. A día de hoy sigue siendo el máximo realizador de la historia del Barcelona con 235 goles, 195 en Liga.

Futbolistas españoles de leyenda. Unamuno.


Víctor Unamuno Ibarzábal (Bergara 1909)

Esta leyenda viva del fútbol español es considerada como uno de los últimos grandes jugadores anteriores a la guerra, aunque acabada ésta siguiera jugando varias temporadas más a un nivel muy destacable.
Siendo guipuzcoano, Unamuno dio sus primeros pasos como futbolista en Vitoria, primero en el Aurrera y más tarde en el Alavés, de donde en 1928 lo fichó el Athletic.
Con el club bilbaino tuvo el honor de formar parte de la primera alineación en Liga de su historia, el 10 de Febrero de 1929, en partido que le enfrentó a la Real Sociedad y que acabó con empate a uno. Continuó jugando en Bilbao durante cinco temporadas más, donde se proclamó campeón de Liga en las temporadas 29-30 y 30-31 y de cuatro Copas consecutivas, que van del 30 al 33, pero sus últimos años en el Athletic de la República los pasó más en el banquillo que en el terreno de juego, relegado a éste por uno de los mejores delanteros centro que han vestido la camiseta rojiblanca: Agustín Sauto "Bata".
Viéndose obligado a probar fortuna fuera del Botxo, Unamuno toma la decisión más importante en su carrera como futbolista al fichar por el Betis en 1933.
En 1931, siendo equipo de Segunda, el Betis alcanza la final de Copa, que perdería ante el Athletic; y un año más tarde se convierte en el primer equipo andaluz en jugar en Primera División, donde obtiene un más que meritorio quinto puesto al final de la temporada. La temporada 33-34 es la de la consolidación en la élite con la llegada de Unamuno y Lecue para reforzar la delantera, uniéndose a la hornada de jugadores vascos -el portero Urquiaga, el defensa Areso y el centrocampista Soladredo- que conformaban la plantilla verdiblanca. En la temporada 34-35 el Betis se proclama campeón de Liga al vencer 0-5 al Racing en el Sardinero con un hat-trick de nuestro protagonista. Cualquier aficionado bético que se precie de serlo recitará de memoria el once formado por Urquiaga; Aedo,Areso; Peral,Gómez,Larrinoa; Saro,Adolfo,Unamuno,Lecue y Timimi, porque hasta la fecha, jamás el Betis ha logrado repetir título liguero. Ese mismo año, el Sevilla ganó la Copa venciendo 3-0 al Sabadell, haciendo de 1935 un año mágico e irrepetible para el fútbol sevillano.
El inicio de la Guerra Civil sorprendió a Unamuno pasando las vacaciones en su tierra, considerada zona roja, por lo que no pudo regresar a Sevilla, de las primeras ciudades en caer en manos fascistas, al mando del general Queipo de Llano.
Al término de la guerra, Unamuno emprende su segunda etapa en el Athletic; descabezado al haberse exiliado muchos de sus jugadores, pero donde comenzaban a salir jóvenes valores como Gainza, Bertol o Nando. En la temporada 39-40 se proclama máximo goleador con veinte goles; justo premio a un gran ariete que tuvo la mala suerte de coincidir con otros nueves prodigiosos como Lángara o Bata, que impidieron que fuera internacional.
Unamuno se retiró del fútbol en 1943, disputando 144 partidos en Primera y marcando 106 goles en doce temporadas y es, posiblemente, junto con Luis del Sol y Gordillo; el mejor jugador de la historia del club de las trece barras.

Futbolistas españoles de leyenda. Lángara.


Isidro Lángara Galarraga (Pasaia 1912- Andoain 1992)

Bien es sabido que el fútbol en España penetró por Huelva, pero algo más tarde lo hizo vía Euskadi; y es allí donde de verdad cuajó y se extendió al resto del país. Así, no es de extrañar que numerosos jugadores vascos se hicieran grandes en equipos de fuera de Euskal Herria. Especialmente en las décadas del 30 y del 40, nombres como los de Unamuno en el Betis, Eizaguirre y Arza en el Sevilla, Mundo en el Valencia o, como nuestro protagonista en el Oviedo; convirtiéronse en referencias de sus respectivos equipos.
Lángara comenzó a jugar en distintos equipos de su tierra hasta que, a los dieciocho años, el Oviedo se fijó en él y lo fichó del Tolosa. Con el conjunto azulón logró el ascenso a Primera en 1933. En las tres temporadas siguientes, el Oviedo sorprendió a propios y extraños con unos números de ensueño (3º las temporadas 34/35 y 35/36, con una media cercana a los 60 goles a favor en el conjunto de las tres temporadas), con Lángara como máximo goleador de la competición en las tres temporadas anteriormente mencionadas. La delantera compuesta por Casuco, Gallart, Lángara, Herrerita y Emilín era conocida como la "delantera eléctrica", recitada de carrerilla como otras tantas anteriores y posteriores a ésta. Ni que decir tiene que jamás el Oviedo ha logrado repetir semejante hazaña en su larga historia, pues sobrevino la Guerra Civil y sumió al país en general y al fútbol en particular en el más denso de los agujeros negros. Esta etapa de Lángara hasta el estallido de la guerra puede resumirse en dos estadísticas apabullantes: 281 goles en 220 partidos oficiales con el Oviedo y 17 goles en 12 internacionalidades con la selección española.
Miembro del Frente Popular, Lángara combatió en el bando republicano. Una vez caído el Frente Norte en manos del bando fascista, Lángara se enroló en la Euskal Selekzioa en 1937 para marchar un año después a hacer la gira americana con el combinado vasco. Se proclama subcampeón de la liga mexicana la temporada 38/39 y marcha a Argentina para fichar por San Lorenzo de Almagro, donde jugaba Ángel Zubieta, compañero y amigo suyo que recomendó su fichaje. En su primer partido con la camiseta azulgrana le marcó cuatro goles a River en 45 minutos, lo que le convirtió desde primera hora en un ídolo para la afición de San Lorenzo. En las tres temporadas que jugó para el Ciclón de Boedo marcó 110 goles en 198 partidos, siendo aún hoy día, el séptimo máximo goleador de su historia.
Disputando San Lorenzo de Almagro una gira por México, a Lángara lo fichó el Club España, con el que consiguió ser campeón de Liga y Copa de México y máximo goleador en dos ocasiones; hasta que en 1946 decidió regresar a España para quemar sus últimos días como jugador, de nuevo en el Oviedo; donde a pesar ya de encontrarse en el ocaso de su carrera, firmó dos buenas temporadas.
Descontento con la situación en la que se encontraba la España de la posguerra, Lángara volvió a México para retirarse como jugador e iniciar una breve carrera como técnico que le llevó a proclamarse campeón de Copa en 1953 con el Puebla.
Quiso Lángara regresar a su tierra para disfrutar de los últimos años de su vida y, en 1992 moría en su Guipúzcoa natal este formidable jugador. Sin lugar a dudas, el mejor delantero centro de la década de los 30 y el mejor futbolista de la historia del Real Oviedo, ésto último de largo.

Futbolistas españoles de leyenda. Gorostiza.


Guillermo Gorostiza Paredes (Santurtzi 1909-1966)

Gorostiza es considerado unánimemente como el primer gran extremo izquierdo del fútbol español y el primero anterior a la guerra. Tras ésta surgieron, primero Gaínza y después Gento, pero Gorostiza fue el pionero y, en el caso particular de Piru Gaínza, también su tutor futbolístico en el Athletic.
Gorostiza comenzó jugando en el equipo de su pueblo, del que pasó en 1927 al Arenas de Getxo para, poco después, marchar a Ferrol para cumplir el servicio militar; donde se enroló en un equipo modesto de allí, el Inferiños. En su primer partido con este equipo, se enfrenta al Español y consigue marcarle un gol al gran Ricardo Zamora, por lo que su fama se acrecienta; y media España batalla por hacerse con sus servicios. Finalmente, el Athletic se llevó al veloz extremo zurdo, tras unas arduas negociaciones con el Arenas, que lo reclamaba como suyo; pues era su club antes de irse a la mili.
Su fichaje por el Athletic se produjo en la temporada 29-30. "Bala Roja", como era conocido, fue la pieza que le faltaba al engranaje de la delantera rojiblanca, la primera de las tres grandísimas delanteras bilbainas, conocida como "la delantera maravillas" e integrada por Lafuente -considerado el mejor extremo derecho del mundo en Italia 1934-, el Chato Iraragorri, Bata -prodigioso ariete ubicado cronológicamente entre Pichichi y Zarra-, Chirri II y el propio Gorostiza. Su temporada de debut se salda con la conquista de la Liga,donde fue el máximo goleador, Copa, y la llamada a la selección. Esta temporada sólo fue el preámbulo de una impresionante racha donde se ganaron las Ligas 29-30, 30-31, 33-34 y 35-36; y cuatro Copas de manera consecutiva. 30,31,32 y 33. Además, Gorostiza formó parte de la selección española que disputó el Mundial de 1934. Bala Roja se encontraba en el apogeo de su carrera, pero se le cruzó la Guerra Civil. Tal hecho marcó un antes y un después en su trayectoria.
Como consecuencia de la contienda, la Liga quedó suspendida y los equipos de fútbol se limitaban a disputar amistosos. A instancias de Aguirre, lehendakari en el exilio, en 1937 se crea la Euskal Selekzioa (selección vasca); con sede en Francia y cuyo objetivo era el ir de gira por diferentes países europeos para recaudar fondos en favor del bando republicano. Gorostiza participa en todos los encuentros de la maratoniana gira, pero a la vuelta de Francia, la selección decide cruzar el Atlántico. Gorostiza decide regresar a España junto a unos pocos compañeros, mientras que el resto de compañeros de selección se instalan en México. La selección de Euskadi participa en el campeonato mexicano, ganándolo en la temporada 38-39. A Gorostiza no le fueron tan bien las cosas.
La temporada 39-40 marca el inicio de la primera Liga de la posguerra, y Gorostiza vuelve al club de sus amores. Ya veterano y relegado al banquillo en favor de un jovencísimo Gaínza, Gorostiza sale de San Mamés por la puerta de atrás y es traspasado al Valencia por 50.000 pesetas. En el Valencia reverdece viejos laureles y gana las Ligas 41-42 y 43-44 y la Copa de 1941; formando otra delantera de ensueño al lado de Mundo, Epi,Amadeo y Asensi. Tras abandonar el Valencia, deambula por equipos de medio pelo (Barakaldo, Logroñés) y se retira en el modestísimo Trubia asturiano. A partir de su retirada inicia un declive en lo personal que lo lleva a ser protagonista de la película de Manolo Summers "Juguetes rotos", estrenada en 1966. Ese mismo año, Guillermo Gorostiza, el mejor extremo izquierdo de su época; moría solo y alcoholizado en un asilo.

Futbolistas españoles de leyenda. Quincoces.


Jacinto Fernández de Quincoces y López de Arbina (Barakaldo 1905- Valencia 1997).

Tradicionalmente, la gloria en el mundo del fútbol se la han llevado los delanteros, por ser ellos quienes han de marcar los goles; los dieces, por ser el diez el número que, habitualmente, luce la estrella del equipo y, en menor medida, porteros de leyenda como Carrizo, Yashine o Banks. Los que casi nunca son protagonistas de la fama son los defensas, menos aún en la época antigua donde sólo se jugaba con dos (luego con tres tras la implantación de la WM). Pero si hay un defensa que fue el primero en la historia del fútbol en ganarse a pulso tal pasaporte a la fama, ese fue Jacinto Quincoces, considerado el mejor defensor del mundo en su época. Así de simple y rotundo.
Jacinto Quincoces nació en Barakaldo, pero muy pronto hubo de mudarse a Vitoria con su familia. A la temprana edad de trece años, el Alavés se fija en él y le hace jugar en un partido contra Osasuna; sin embargo, no cuaja y decide regresar a Barakaldo, donde peregrina por varios equipos locales hasta que, de nuevo, el Alavés vuelve a poner los ojos en el joven Quincoces, esta vez de manera definitiva.
Con el Alavés, Quincoces es protagonista del primer ascenso a primera de la historia alavesista en 1930 y, en la temporada 30/31 su equipo se convirtió en la revelación de la primera vuelta del campeonato, liga que acabó ganando el Athletic. A partir de ahí, al cuadro vitoriano se le conoció como "El Glorioso", apelativo con el que aún se le denomina. Tras esa temporada, el Alavés fue desmantelado por otros equipos. Lecue marchó al Betis, el portero Beristain fue fichado por el Donostia (Real Sociedad en la II República) y Quincoces, junto con su compañero en la zaga Ciriaco y el delantero Olivares, ficharon por el Madrid.
Con el Madrid, Quincoces formó una defensa legendaria con el ya mencionado Ciriaco y Ricardo Zamora en la portería. Con semejante línea defensiva no es de extrañar que el Madrid ganara sus primeros campeonatos de Liga: 31/32 y 32/33, con sólo 15 y 17 goles encajados.
Eran estos años de alternancia entre el Madrid y el Athletic. Cuando uno ganaba la Liga, el otro hacía lo propio con la Copa y viceversa; así el Madrid ganó la Copa de 1934, año clave para nuestro protagonista.
Todavía en el Alavés, Quincoces probó la internacionalidad en un partido contra Inglaterra en el Metropolitano de Madrid un verano de 1929. Aquel día, la selección inglesa fue derrotada por primera vez en Europa y Quincoces tuvo una actuación estelar. Las crónicas de la época cuentan que salió a hombros del estadio.
En 1934, ya con un Quincoces consagrado, España acudía por primera vez en su historia a un Mundial, mundial celebrado en la Italia de Mussolini y donde la selección azzurra tenía que ganarlo sí o sí. En el primer partido, España gana 3-1 a Brasil y en el siguiente se las tienen que ver con la anfitriona. Se empata a uno al final del partido y de las prórrogas, por lo que se tiene que disputar un partido de desempate al día siguiente, donde a la selección española le roban descaradamente y queda eliminada. Quincoces saldría de aquel mundial amañado como el mejor defensa del mundo.
Tras la experiencia mundialista, a Quincoces le daría tiempo aún a ganar una Copa más con el Madrid. La de 1936 al Barcelona, famosa por ser aquella en la que Ricardo Zamora lo paró todo, incluído un tiro del azulgrana Escolá que hubiera significado el empate a dos.
Tras finalizar la Guerra Civil, ya veterano, Quincoces permaneció un par de temporadas más jugando hasta que en 1942 se retiró, comenzando un periodo en los banquillos que le llevó a ser seleccionador español en 1945. Al año siguiente conquistó una Liga entrenando a su Madrid. Muchos años después, contando casi 92, Jacinto Quincoces moría plácidamente en Valencia, marcando el camino que en los sesenta y en los setenta recorrerían grandes defensas como Garay, Carlos Alberto, Bobby Moore, Vogts o Facchetti, entre otros.

Futbolistas españoles de leyenda. Samitier.


Josep Samitier i Vilalta (Barcelona 1902-1972)

De todos los jugadores que alguna vez han vestido la camiseta azulgrana a lo largo de sus 110 años de historia, Samitier ha sido, sin duda, el más carismático de todos; aparte de ser el mejor jugador culé de la primera mitad del siglo XX.
A Samitier lo fichó el Barcelona procedente del Internacional de Sants con sólo 17 años y su fichaje se pagó en especies. A saber; un traje con chaleco y un reloj con esfera luminosa del que alardeaba cuando salía por las noches.
Debutó con el Barça en 1919 y pronto comenzó a destacar en un equipo donde también jugaba Ricardo Zamora.Ya al año siguiente participó en la Olimpiada de 1920, nexo común a todos estos grandes jugadores de principios del siglo pasado.
Conocido por el sobrenombre de "L'home llagosta" por su flexibilidad y su salto; no andaba exento de técnica y poseía una capacidad goleadora fuera de lo común a pesar de jugar como volante en sus primeros años en el club (más tarde se reconvertiría en delantero).
Los trece años que el Mago -como también se le conocía- permaneció en el Barcelona anduvieron parejos al transcurrir de la primera edad de Oro del Barça, hasta tal punto que el primer estadio, el campo de la calle Industria, se quedó pequeño, y en 1922 se inauguró el estadio de Les Corts. El inicio de la Guerra Civil cercenó de un tajo aquella época dorada, donde se ganaron diez campeonatos de Cataluña, cinco Copas y la primera Liga que se disputó en España (1928-29). En estos trece años Samitier marcaría 326 goles en 454 partidos, cifra tan sólo superada por su compañero Paulino Alcántara, conocido como "el Romperredes".
Samitier se encontraba ya en el declive de su carrera cuando Santiago Bernabéu lo fichaba para su Madrid en 1932. A sus treinta y cuatro años, el Mago jugaría dos temporadas en el eterno rival donde se encontró a su amigo Ricardo Zamora. Amigos inseparables, parece que el destino los unía.
A pesar de la "traición" de firmar por el Madrid, a Samitier nunca jamás la afición le echó en cara su fichaje. ¡Qué diferente a otros casos de traiciones sonadas! ¿verdad Figo?.
Tras su periplo por Chamartín, Samitier regresó al Barcelona en 1936, donde recibió un homenaje en Les Corts. Ese mismo año, un mes escaso antes de la Guerra Civil, el Barcelona llegó a la final de Copa y la perdería contra el Madrid, en un partido que fue el último de Zamora y donde el Divino, literalmente, se salió.
Samitier marchó exiliado a Francia donde jugó en el Niza y se trajo de Argentina a su íntimo Zamora. Al término de la guerra, Samitier regresó a Barcelona; donde permaneció durante algún tiempo apartado de cualquier actividad por temor a represalias y, en 1944 se hizo cargo del banquillo azulgrana, al que recompuso tras haber sido deshecho por la guerra. Ganó esa edición de Liga e introdujo ciertos cambios en la rutina de entrenamientos que podrían considerarse como precursores de los actuales: control alimenticio y de bebidas alcohólicas, rigor en los entrenamientos, preparación física y algo de psicología deportiva. En 1947 dejó el banquillo para dedicarse a la secretaría técnica y, entre otros grandes, trajo al Barcelona a César, Ramallets y Kubala, integrantes de aquel "Barça de les cinc Copes", y cuya delantera quedó inmortalizada en una canción de Serrat "Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón".
En el capítulo personal Samitier fue un auténtico jugador mediático de la época. Asiduo de la noche, hizo sus pinitos como actor en la película "Once pares de botas" y fue amigo personal de Carlos Gardel; hasta el punto que éste le dedicó un tango. Su muerte en 1972 se convirtió en una multitudinaria manifestación de duelo en la que toda la masa social culé se echó a la calle para despedirlo. Se iba el Mago Samitier,uno de los tres mejores jugadores del Barça en toda su historia.

Futbolistas españoles de leyenda. Zamora.


Ricardo Zamora Martínez. (Barcelona 1901-1978)

Hablar de Zamora es hacerlo del primero de la ilustre terna de porteros míticos de la España del blanco y negro, cuyos otros dos integrantes fueron Ramallets e Iríbar.
El joven Ricardo Zamora, al igual que otros muchos jugadores de su tiempo, destacó en otros deportes además del fútbol; en su caso atletismo, natación y boxeo, pero su altura (1.86) le hizo decantarse por defender una portería de fútbol y, con 16 años el Español se fijó en él. Tres años después fichó por el eterno rival, el Barcelona; donde permanecería tres temporadas, con el que ganó la Copa de 1920 y coincidió con el gran totem culé hasta la llegada de Kubala: Josep Samitier.
Ese mismo año el Español lo repescó ofreciéndole unas condiciones mareantes para la época -25.000 pesetas y 5.000 mensuales-, cantidad que el Barça no pudo igualar (algo impensable en la actualidad). El Barcelona se resarció fichando a un portero húngaro llamado Platko que ha pasado a la posteridad por el poema que Rafael Alberti escribió para él.
Zamora no sólo consiguió ese año la Copa, sino que formó parte de la selección que logró la medalla de plata en la Olimpiada de Amberes, y donde sus formidables actuaciones le hicieron ganarse el sobrenombre de "el Divino". Con sólo 21 años se consagraba como el mejor portero de Europa.
En el Español permaneció hasta 1930, erigiéndose en el mejor futbolista de la historia periquita. Ese año, el Real Madrid pagó al Español 100.000 pesetas por su fichaje, más 40.000 de ficha anual; en lo que se convirtió en el traspaso más caro hasta la fecha, y donde se engrandeció su estatus de leyenda. Con el club merengue ganó una Copa de la República (1936) y las Ligas de 1931 y 32 y con la selección participó en el Mundial de Italia 34. En el Madrid volvió a coincidir con Samitier, y no sería ésta la última vez.
Con el inicio de la Guerra Civil, Zamora permaneció semirrecluido en diferentes casas de Barcelona hasta que fue detenido. Tras su liberación se exilió en Argentina, de donde salió para firmar por el Niza; donde jugaba...Josep Samitier.
Volvió a España tras finalizar la guerra para entrenar y ganar con el Atlético Aviación la primera Liga franquista, en 1940. Su periplo por los banquillos lo llevaron, entre otros equipos, al Málaga, al Celta o al Español. También fue seleccionador de España y de Venezuela.
Ricardo Zamora no sólo pasó a la historia por ser el mejor portero de su época, sino también por inventar la "zamorana" -un despeje con el codo-.
Al igual que con Pichichi, el diario Marca instauró en la temporada 1958-59 un trofeo con su nombre; que premia al portero menos goleado.
Zamora murió en 1978 en su ciudad natal. Poco después de su muerte, el Ayuntamiento le dedicó una plaza con su nombre muy cerca del antiguo campo de la carretera de Sarriá, un muy merecido homenaje a uno de los más grandes que han guardado los tres palos de una portería, y uno de los precursores del paso al profesionalismo en el fútbol español.

Futbolistas españoles de leyenda. Belauste.


José María Belausteguigoitia Landaluce. (Bilbao 1889 - México D.F. 1964)

Belauste ha pasado a la historia por una frase lapidaria, frase que ha trascendido más allá del ámbito meramente futbolístico. Pero sería injusto que a un jugador de su categoría sólo se le recuerde por haber pronunciado dicha frase; el bueno de Belauste merece una semblanza mucho más amplia.
Amberes 1920. Juegos Olímpicos. La selección española se enfrenta a la de Suecia, España perdía 1-0, los suecos estaban dando más patadas de la cuenta y los ánimos andaban bastante caldeados. En ésto que en un golpe franco a favor de España, Belauste grita: " ¡A mí, Sabino, que los arrollo! " *
Belauste conecta un cabezazo y entra con tal virulencia que no sólo marca el gol que supondría el empate, sino que también entra él en la portería con todo lo que encuentra por delante, un par de defensas suecos incluidos. El jugador que botó la falta era Sabino Bilbao, compañero de Belauste en el Athletic. Posteriormente, el delantero también bilbaino Acedo lograría el gol de la victoria.
El heroico triunfo ante Suecia y sobre todo, el lance de Belauste, sirvieron de inspiración a unos periodistas italianos para acuñar el famoso apelativo de la "furia española" (furia rossa en el original) que desde entonces ha acompañado a la selección española hasta nuestros días.
Como ya he comentado antes, Belauste es algo más que el arquetipo de la furia española. Jugador de un físico imponente (1.93 y 95 kilos) destacó por su tremenda nobleza aparte de por su potencia y por jugar habitualmente con un pañuelo anudado en la cabeza -como su compañero de equipo y selección Pichichi-, lo que a buen seguro le confería un aspecto aún más rudo.
Formó junto a su hermano Pacho y Sabino un mediocampo de lujo en el Athletic de las décadas 10 y 20, con el que ganó seis Copas, 1910-11-14-15-16 y 21.
Fue el primer jugador de la historia del Athletic en alcanzar los cien partidos y el primer capitán de la selección española, amén de participar en el 12-1 del Athletic al Barça; mayor goleada en la historia de la Liga.
En el plano personal, Belauste fue un hombre culto -era licenciado en Derecho- y de profundas creencias religiosas. También practicó el montañismo, el lanzamiento de jabalina y el tenis además del fútbol y fue una persona comprometida con el nacionalismo vasco, puesto que militó primero en el PNV y,tras desmarcarse de las tesis de Sabino Arana, en ANV.
Al estallar la Guerra Civil, Belauste se exilió en México; donde murió de un cáncer de pulmón. Un año antes de su muerte, el Athletic le entregó la insignia de oro y brillantes.

* Otras fuentes aseguran que la frase fue: "A mí el pelotón Sabino, que los arrollo" Personalmente me decanto por la otra.

España-Suecia. Alineación. Zamora; Vallana,Arrate; Samitier,Belauste,Sabino; Pagaza,Sesúmaga,Patricio,Pichichi y Acedo.

Futbolistas españoles de leyenda. Pichichi.


Rafael Moreno Aranzadi. (Bilbao 1892-1922)

Rafael Moreno "Pichichi" es el primero de los jugadores homenajeados en esta saga. El primero por orden cronólogico y, sobre todo, por merecimiento. Si existe en el fútbol español un jugador con una aureola de leyenda con mayúsculas, ese es Pichichi.
Nacido en Bilbao en el seno de una familia acomodada -era sobrino de Unamuno-, desde muy niño comenzó a destacar entre chavales mayores que él y ya con 19 años debutó con el Athletic. Pichichi era físicamente algo desgarbado y jugaba con un pañuelo anudado en la cabeza, no con la cabeza vendada como mucha gente piensa.
Jugador adelantado a su tiempo, aúnaba potencia física, técnica, regate, disparo y un excepcional remate de cabeza. No sólo era el mejor jugador español ,con diferencia, de su tiempo; sino que me atrevería a decir que fue el mejor futbolista europeo fuera de las islas británicas.
En 1913, el Athletic por fin pudo jugar en un campo propio -San Mamés- y a Pichichi le correspondió el honor de ser el primer jugador en marcar en la Catedral. Conquistó con su equipo de siempre los títulos de Copa de 1914,1915,1916 y 1921 y formó parte de la selección española que se llevó la medalla de plata en Amberes 1920, siendo pieza fundamental.
Poco después de ganar la Copa de 1921, anunció su retirada para dedicarse al arbitraje, pero su carrera arbitral quedó truncada al contraer el tifus y morir el 1 de Marzo de 1922, sin haber cumplido aún los treinta años, lo que hizo que su leyenda adquiriera tintes gigantescos.
En 1926, se colocó en San Mamés un busto suyo esculpido por el artista Quintín de la Torre en el que, tradicionalmente, cualquier equipo que visite por primera vez San Mamés deposita en él un ramo de flores; y en la temporada 52-53, el diario Marca instauró un trofeo con su nombre al máximo goleador de la Liga, una liga que nunca llegó a disputar.

Futbolistas españoles de leyenda.


En 1873, las minas de Riotinto de Huelva pasaron a ser explotadas por ingleses. Como consecuencia de ello, muchos se instalaron allí e introdujeron sus costumbres, una de ellas era un juego desconocido aquí en España y que se llamaba "foot-ball". El juego caló pronto entre los mineros onubenses, pero también entre los jóvenes burgueses, que inmediatamente fueron seducidos por ese, hasta entonces, extravagante "sport" al que se jugaba con una pelota de cuero. Estos sportmen -pijos de la época, para entendernos- comenzaron a organizarse para jugar contra marineros o mineros ingleses y, más tarde, dedicarse a fundar los primeros clubes; así en 1889 nació el Huelva Recreation Club, decano del fútbol español.
Casi a la misma vez, en pleno apogeo de la tardía revolución industrial en España, los ricos industriales vizcainos mandaban a sus hijos a estudiar a Inglaterra o a Escocia, lo que propició que éstos se aficionaran al fútbol y acabaran introduciéndolo también por el norte de la península. De este modo, en 1894 se disputó el primer partido de fútbol en Vizcaya y en 1898 nació el Athletic Club.
Rápidamente comenzaron a proliferar equipos por toda la geografía española. Barcelona en 1899, Espanyol en 1900 o Real Madrid en 1902. Precisamente en ese mismo año se disputó el primer torneo oficial, la Copa de España, ganada por el Bizcaya; conjunto éste resultante de la unión del Athletic Club y el Bilbao Football Club.
La disputa de la primera copa no sólo hizo impulsar la fundación de bastantes más equipos (Racing, Sevilla, Betis, Real Unión de Irún etc.) sino que consolidó la práctica del fútbol o balompié -con el paso de los años se iban castellanizando los vocablos ingleses- pasando de ser una estrambótica afición de burgueses a un fenómeno social; y comenzando a ensombrecer a las abominables corridas de toros, que hasta entonces eran el único acontecimiento capaz de congregar a miles de personas en un recinto cerrado.
Que esta pequeña introducción histórica sirva como preámbulo a una sección en la que quiero homenajear y dar a conocer más en profundidad a lo más relevante de esa pléyade de jugadores españoles que surgieron entre las décadas del 10 al 70 del pasado siglo (lo que se conoce como jugadores en blanco y negro) y cuyos hitos son la medalla de plata de la Olimpiada de Amberes en 1920 y la consecución de la Eurocopa de 1964.